“El cambio climático es el primer peligro existencial al que se enfrenta la humanidad”


Alejandro Fonseca: Contamos con este invitado bianual porque, cuando lo tenemos cerca, queremos que nos visite y él, que es generoso, nos regala con su visita, al menos un par de veces al año. Es porque no siempre está en Asturias. Pero este año hemos hablado más veces porque cada vez pasa más tiempo aquí, en su casa, y porque también hemos hablado por teléfono, cuando está en la universidad o viajando por esos mundos. Nos regala, como les decía, estos minutos de radio, con verdades, con análisis y, sobre todo, con sentido común. Hace un análisis sosegado de las cosas que pasan, de las que han pasado e incluso trata de hacer proyecciones sobre lo que puede pasar. Se va terminando este 2017, un año convulso, aunque, si miramos bien, no hay año que no lo sea en algún momento o en algún lugar del mundo, en este globalizado planeta, donde cualquier cosa que pasa nos pasa a todos, o así deberíamos verlo. David Rivas, ¿qué tal?, buenas tardes.

David M. Rivas: Buenas tardes.
A.F.: David Rivas es doctor en economía y profesor de estructura económica y de desarrollo sostenible en la Universidad Autónoma de Madrid, y con estudios de posgrado en antropología y sociología. Profesor, no todos los economistas tienen ese conocimiento social. Parece ser que debería ser conveniente que cualquier economista debiera tener un conocimiento amplio de otras ciencias sociales.
D.M.R.: Posiblemente sería conveniente. Bueno, posiblemente no, estoy seguro de que es algo necesario. En los últimos treinta o cuarenta años los economistas ganamos, o ganaron según queramos verlo, en rigor técnico pero perdimos mucha perspectiva global. Cuando nos acercamos a los grandes economistas de la historia, pongamos por caso, por ir a nuestros contemporáneos, a Keynes o, aún más cercano, a Galbraith, nos encontramos con intelectuales conocedores de un amplio espectro de las humanidades y, sobre todo, del comportamiento humano en general. Por eso son grandes economistas, como lo eran los clásicos, Smith, Mill, Marx… Sin embargo los economistas de ahora, los profesores de economía, son más deudores de la hoja de cálculo que del conocimiento. Está muy bien lo de los recursos instrumentales pero me parece un error por su estrechez y su insuficiencia.
A.F.: Es decir, ¿qué estamos más cerca de la técnica económica que de la economía social?
D.M.R.: Podríamos expresarlo así. Ya en los años setenta se dio un paso cuando a la disciplina que hasta entonces se llamaba “economía política” pasaron a denominarla “teoría económica”, que es una traducción más o menos satisfactoria del término “economics” de las escuelas anglosajonas ortodoxas. En el fondo se trataba de sacar de la economía todo aquello que no es exclusivamente económico, convertir a la economía en una suerte de ingeniería.
A.F.: Hablamos de los técnicos, pero también hemos de acercarnos a la administración, donde esos técnicos toman decisiones. ¿Estamos ante un alejamiento entre los que toman las decisiones y los que disfrutamos o sufrimos con esas decisiones y con sus consecuencias?
D.M.R.: Entre los decisores y los afectados por esas decisiones llega a haber, en muchas ocasiones, una distancia enorme y, también una desconfianza que mina el más elemental contrato social. Esto nos lleva a un elitismo por parte de quienes tienen el poder pero que, además, es un falso elitismo. La élite tiene que tener una cierta fuerza moral, una “auctoritas”. Entre quienes gobiernan hoy nuestra sociedad son pocos los que tienen esa “auctoritas”. Aquí no estamos hablando de una élite en el sentido estricto, sino de una casta no siempre muy culta e intelectual y técnicamente bastante poco preparada. El término “casta” triunfó en política y no por casualidad. Y, en paralelo, esta situación provoca la eclosión y el auge de los populismos, que, también bajo premisas falsas, lanzan un discurso antielitista. Se retroalimenta el modelo. Hay más elementos, evidentemente, y no conviene poner toda la culpa en un factor, pero estas circunstancias tienen un peso enorme. Además hay una cosa para mí importante que hace referencia a la responsabilidad de determinados técnicos. Cuando a un médico se le muere un paciente en la mesa de operaciones, en principio se abre una investigación. Luego se verá si fue una negligencia o un error accidental que cualquier persona puede tener. Pero, ¿qué sucede cuando un economista le aporta su modelo a un gobierno y lleva a todo un pueblo a la ruina? Cuando llega un premio Nobel como Friedman y aplica una política económica monetarista y lleva a millones de personas a la pobreza, como ocurrió, ¿ante quién responde? Es que los que trabajamos en ciencias sociales, cuando tomamos decisiones de política práctica, no respondemos ante nadie, si acaso ante las urnas si nuestros cargos son electos, mientras que sí responden un médico y un bombero.  
A.F.: Hablando de los populismos, como señalábamos antes, vemos cómo los representantes, el gobierno, se van alejando cada vez más de la población y la gente de ellos, pero también hay un alejamiento de la gente entre sí, hay distancia entre nosotros. Estamos entrando en discursos líquidos, en esa construcción líquida de la sociedad que ha desarrollado Bauman. Una cosa que pones en una red social aquí acaba repetida en cualquier parte del mundo y utilizada en otros contextos y para otros fines. En el fondo el populismo es una consecuencia de estos discursos donde las verdades parecen esconderse cada vez más.
D.M.R.: Estoy muy de acuerdo con esa apreciación. El primer síntoma de la perversión conceptual a la que hemos llegado lo pudimos detectar hace ya dos décadas o tal vez tres. Y estoy seguro de lo que digo porque yo sí me dí cuenta porque es un asunto con el que siempre fui muy puntilloso desde muy joven, que no es otra cosa que el lenguaje. El primer síntoma de esta enfermedad social de hoy fue el inicio y la generalización después de la perversión del lenguaje. Esta perversión del lenguaje es el primer paso, tal vez la primera condición, para dar origen a esa sociedad líquida, casi gaseosa muchas veces ya. Es como si hubieran clonado miles de veces a Humpty Dumpty, el personaje del cuento de Alicia, que decía que las palabras significaban lo que él quería que significaran. Pero en el libro de Carrol estamos ante un único personaje, mientras que los demás no comparten su perversa teoría. Hoy, en cambio, la perversión se ha generalizado. Vamos a poner un ejemplo del presente: Cataluña. Lo que sucede en Cataluña es un sinsentido: se llaman golpistas unos a otros, se llaman fascistas unos a otros. Si un alienígena viera desde el espacio lo que pasa y acudiera a un diccionario no comprendería el enfrentamiento entre dos grupos que, según los dos, ambos son fascistas y golpistas. Es que las palabras tienen un significado y las que se emplean para conceptualizar y demarcar no son polisémicas.  No puedes calificar de fascista a quien te plazca porque el fascismo es un movimiento muy concreto. Ahora resulta que “fascista” es, prácticamente, el que no está de acuerdo conmigo porque yo me arrogo el concepto de “demócrata”. ¿Cómo va a haber una discusión sensata cuando utilizas la misma palabra que el de enfrente pero dotándola del significado que a ti te parece, como en el cuento de Alicia?
A.F.: Estamos llenos de palabras pero vacíos de contenidos y parece que cada vez más.
D.M.R.: Es verdad pero aún es peor la cosa: ya también hemos perdido las palabras, cada vez nuestro vocabulario es más pobre. Mis alumnos saben desde el primer día que yo soy muy pejiguera con las palabras y con los conceptos, desde que Felipe y Letizia son “reyes” pero no “monarcas” porque “monarca” sólo puede serlo uno hasta que no hay “alternativas” sino “opciones” porque “alternativa” hace referencia a “entre dos” y no tiene plural. Lo mismo me pasa con los conceptos. Siempre les pregunto si consideran el nazismo un sistema irracional y me dicen, evidentemente, que sí. Entonces les digo qué cómo pueden llamar irracional a un modelo que conquista Europa en cuarenta días a través de la tecnología y que es capaz a eliminar a millones de personas minimizando tiempo, recursos y costes. Hemos vaciado los conceptos y desvirtuado las palabras. El nazismo implantó un sistema de una racionalidad extrema. Podremos buscarle muchos calificativos, pero no el de “irracional”.
A.F.: Se le puede llamar perverso, inhumano…
D.M.R.: Evidentemente. Yo incluso leí una vez que era una especie de “keynesianismo criminal”. Cuando hablamos coloquialmente, en el “chigre”, podemos no ser precisos porque nos sobreentendemos. Además conocemos el contexto, hay cambios de voz, gestos, hacemos aspavientos, diferenciamos la ironía, nos conocemos… Pero cuando estamos en un lenguaje científico, en la esfera del conocimiento, hay que tener un cierto rigor. Si ya te equivocas muchas veces aunque intentes ser riguroso, ¿qué pasará si te da igual no serlo?
A.F.: Cataluña, ha salido Cataluña. El 2017 nos deja con el asunto catalán completamente inconcluso y 2018 seguramente estará ocupado en buena parte por Cataluña. No sabemos en qué condiciones quedará ni qué pasara, ¿o sí?
D.M.R.: A mí me es muy difícil aventurar lo que va a suceder. Mire, me hubiera atrevido a aventurarme algo si Esquerra Republicana hubiera sacado más escaños que Puigdemont. ERC estaba dando señales de, además de seguir con el eje Cataluña-España, recuperar el eje izquierda-derecha. Por ahí podría haber surgido algún tipo de acuerdo, no sé muy bien cuál aunque la opción es PSC y En Comù pero con posibles ponderaciones diferentes. Pero al haber sucedido lo contrario el único eje sobre la mesa es el eje nacional, que es el que está completamente empantanado.  Es que tenemos una población dividida prácticamente por la mitad. Me da lo mismo que me digan que los constitucionalistas sacaron más votos porque hablamos de cien mil, o que los nacionalistas sacaron más escaños porque hablamos de tres. Hablamos de un encuentro en empate. Además está la fractura campo-ciudad, que para mí va a ser determinante en los próximos años. Yo no conozco en profundidad la sociedad catalana pero algo sé y no soy un neófito en estas cosas. Además tengo una hija viviendo en Barcelona desde hace años y con su propia familia catalana, y catalana de siglos. Hay una fractura social, no tan acusada como algunos ultraespañolistas nos quieren hacer creer, pero la hay. La verdad es que no sé cómo lo van a resolver. Lo veo todo muy confuso.
A.F.: Eso en cuanto a lo político pero, ¿y en cuanto a lo económico? Tantas y tantas empresas que se van de Cataluña, que siguen yéndose y cambiando su domicilio fiscal. Eso para la economía de una comunidad autónoma y en tan poco tiempo puede resultar peligroso como poco.
D.M.R.: La situación económica es muy problemática porque se ha deteriorado bastante. Yo lo que espero, por el bien de los catalanes, es que no comiencen a levantarse las fábricas, lo que son las factorías físicas. Y por el bien de todos nosotros en general porque podrían irse a Alemania o a Eslovaquia, pongo por casos. Espero que no le dé a Wolkswagen por levantar la Seat de Martorell. No creo que suceda. Mover una industria grande con miles de trabajadores no es lo mismo que cambiar de domicilio social o fiscal. Pero cambiar el domicilio es algo importante. No se trata tanto de los impuestos y las contribuciones de la propia empresa sino de cosas menos visibles. ¿Cuántas operaciones hace un banco que requieren notario, registrador de la propiedad, abogado mercantil, juzgado de familia, juzgado de lo contencioso y otras cuestiones? Pues son miles y muchas de ellas se hacen donde el banco tiene su domicilio. Hablamos de puestos de trabajo, empresas auxiliares, IVA, tasas… Hay una pregunta muy interesante que, sin duda, muchas personas se hicieron: ¿por qué los antiguos convergentes, la burguesía catalana tradicional, se lanzaron a esto? Pues aquí volvemos a los economistas y a los técnicos. Los teóricos que estaban detrás del modelo económico para una Cataluña independiente eran neoliberales. El economista de cabecera de Artur Mas y de otros era Sala i Martí y también Mas-Collell. Los dos pertenecen a la ortodoxia más pura del neocapitalismo. De sus modelos se desprendía que no sólo se iban a marchar las empresas sino que llegarían muchas más. Su planteamiento era de manual: si mantenemos una Cataluña desregularizada y, por tanto, con bajos costes sociales; que deja de aportar dinero a un estado con el que tiene balanza fiscal desfavorable; que deja de transferir renta a comunidades más pobres; todo eso permitiría bajar la presión fiscal y atraer inversiones. Pero es que ese cuento de la lechera sólo cabe en los modelos irreales de esta gente, economistas que viven fuera de la realidad. Esos modelos no reflejan la sociedad existente. En contra precisamente de estos teóricos con supuestos caídos del cielo, se ha demostrado en Cataluña que las garantías de un estado y de la Unión Europea es lo que da seguridad a las empresas. La desregulación y la completa liberalización, no sólo no funcionan,  sino que no les interesa ni siquiera a las empresas, que aseguran beneficios, aunque sean menores de los que obtendrían en países subdesarrollados, por la estabilidad jurídica de la Unión Europea. Yo creo que cuando algunos líderes catalanes hablaban de que las empresas se iban a pelear por residir en Cataluña lo hacían convencidos de ello, porque, por ignorancia seguramente, dieron por buenos los delirios teóricos de Sala i Martí, por citar al economista más conocido de los que andaban en el asunto y que, por cierto, ni siquiera vive en Cataluña.
A.F.: Pero se dejaban muchas cosas fuera en ese cuento de la lechera. Dejamos a un lado los datos que nos convienen para llegar a un resultado que se corresponda con nuestras hipótesis. Y los datos que dejaron fuera los llevaron a la realidad: el estado español ni está preparado ni está dispuesto a que estas cosas sucedan.
D.M.R.: Lo ha entendido perfectamente: lo importante es la validez interna del modelo sea cual sea la realidad palpable. También hay que señalar que las bases de política económica para abrir camino al modelo las vienen asentando desde hace tiempo. Cataluña es la única comunidad autónoma que lleva reduciendo programas y gastos sociales desde 2011. Y la prueba de que es un intento de llevar a cabo un experimento neoliberal y no una política nacionalista es que la comunidad con mejor política social del reino es el País Vasco, gobernado por el PNV. Es decir: no es incompatible un modelo progresista, socialdemócrata si se quiere, con la construcción nacional e incluso con la idea independentista, porque los datos de Euskadi son los que son. Por ahí no van los tiros.
A.F.: Estamos en lo político, estamos en lo económico, profesor. Hemos hablado de teorías y de Cataluña, pero aún no del conjunto de España. ¿España va bien?
D.M.R.: La frase de Aznar, esa de “España va bien”, ya está en la historia. Vamos a ver. Desde la última vez que hablamos de estas cuestiones la mejora se ha notado y es evidente. El crecimiento económico es innegable. Lo que sucede es que esa mejora no ha llegado a todo el mundo. La brecha de desigualdad que se abrió con la recesión no se ha cerrado ni tampoco se ha reducido. La brecha se sigue ampliando, sobre todo en algunos sectores y en algunos territorios. Por eso ahora están intentando subir el salario mínimo y diseñando algunas políticas sociales, pocas y discretas, pero lo están haciendo. Es que la misma Comisión Europea ha mostrado su alarma ante la brecha económica de España y ha dado toques de atención al gobierno. La Unión Europea teme que la tensión social acabe cuajando en España. España no es el país más desigual de la unión, no, pero es el país donde la desigualdad ha crecido más en muy pocos años. Estamos hablando de la cuarta economía de Europa, o la quinta si aún contamos al Reino Unido, o incluso la cuarta aunque lo contáramos porque soy de los que piensan que, en términos reales, la economía española es más grande que la italiana. En fin, que se trata de una economía potente dentro de la unión. Y que esa potente economía tenga tanta desigualdad, unos salarios bajísimos y un rosario de lacras preocupa en Bruselas. Yo confío en que en este año que entra y en el siguiente los salarios aumenten. El incremento del salario mínimo tiene dos repercusiones importantes. Es un salario que no tiene mucha importancia en sí mismo porque sólo lo cobran quinientas mil personas y, además, muchas de ellas trabajan a tiempo parcial, con lo que no cobran ni el mínimo. Pero, como decía, este salario incide en dos elementos muy importantes. En primer lugar, el nivel del salario mínimo marca la negociación del resto de los salarios, los que se negocian en convenios, de forma que una subida del mínimo suele provocar un tirón al alza del salario medio. En segundo lugar, una subida del salario mínimo incrementa las percepciones no salariales. Cuando alguien solicita una ayuda familiar, o una ayuda para vivienda, o cualquier otro tipo de ayuda, ponen como requisito no percibir más de “equis” veces el salario mínimo. Evidentemente, cuanto mayor sea el mínimo, más personas se pueden acoger a ayudas y percibir rentas no salariales. Por eso es importante que el salario mínimo crezca, aunque los afectados directamente por esa subida sean pocos y reciban poco.
A.F.: Y para este 2018 que comienza en casi nada, ¿qué hacer con este territorio, qué es lo más importante para Asturias?
D.M.R.: Hay una cuestión que tenemos que abordar con rapidez, con decisión y con contundencia: el cambio climático. Es el gran problema de Asturias, de Europa y del planeta. El cambio climático es, tal vez, el primer peligro existencial al que nos enfrentamos desde que el hombre es hombre. Es un peligro existencial porque afecta a la humanidad. Pongamos otro  peligro, no sé, el terrorismo. El terrorismo es un peligro, evidentemente, pero no toda la humanidad se ve afectada por este fenómeno. El cambio climático sí es un peligro para la existencia, por eso digo que es “existencial”, porque podemos ver a nuestra especie desaparecer a la vuelta de pocas décadas. O de dos siglos, ¿qué más da? Pero veremos guerras, hambrunas y enfermedades sin cuento no más allá de cincuenta años. Tal vez yo no lo vea, pero sí mis hijas, mis nietos y mis sobrinos. Estamos jugando con las vidas de personas que ya existen y a las que amamos. Eso nos lleva a qué hacer con las térmicas, las incineradoras, las siderúrgicas… Nos parecen problemas locales o nacionales y lo son, pero son globales. Lo que hagamos con Lada no es sólo un problema de los trabajadores de Langreo o de los pocos mineros que quedan, o de los asturianos en conjunto, sino del modelo energético y de la política energética europea. Para mí este es el problema más importante. Y, por desgracia, lo más importante no suele ser lo más preocupante. Cuando vemos encuestas nos damos cuenta que, salvo en algunas zonas muy contaminadas, nadie considera preocupante el deterioro ambiental. Lo mismo pasa con otra de mis grandes preocupaciones: nadie cree preocupante la educación. Pero luego resulta que a la enseñanza se le echa la culpa de todo: que si la escuela, que si la universidad… Pero, encuestas cantan, a nadie le preocupa la educación. Y para entrar en cuestiones políticas concretas de Asturias, lo que aquí necesitamos, como el comer, es una reforma del estatuto. El espectáculo que da Asturias con los presupuestos, prorrogándolos sistemáticamente, viene dado, entre otras cosas, porque no se puede disolver el parlamento y, si se disuelve, el nuevo parlamento sólo dura lo que hubiera durado el anterior si hubiera agotado la legislatura. Eso nos lleva a presupuestos bloqueados en cuanto un grupo se ponga un poco duro. Prorrogar un presupuesto no es delictivo ni tiene por qué ser algo terrible, pero el mismo espectáculo año tras año es de bochorno porque refleja la incapacidad congénita de una cámara legislativa. Es un asunto constitucional porque, en el fondo, hablamos de un parlamento sin soberanía que, si creemos en la democracia representativa,  es un pueblo sin soberanía. Y, claro, la oficialidad del asturiano. Este país se merece un estatuto digno, no este fuero de bajo vuelo.
A.F.: Estamos ya terminando y nos queda un último tema que nos afecta como sociedad global, a todos, y muy presente hoy: la violencia contra las mujeres.
D.M.R.: Es un asunto terrible, una verdadera lacra. No soy experto en esto pero no podemos pasarlo por alto. Un dato: en España hay más presos por estos asuntos que por tráfico de drogas. Llevamos pensando desde hace años que este drama lo conocemos más y mejor porque hay más denuncias, la policía y los jueces se han hecho más sensibles, los medios lo publican… Puede ser, será verdad, pero los datos son tan alarmantes que a mí me parece que hay algo más. No sé lo que será pero no puede ser solamente que sale más en la prensa y que la guardia civil está más concienciada. A mí me preocupa particularmente la caída de la edad media. La chica esta de ayer, creo que de Benicassim, asesinada por un enamorado suicida, tenía 20 años. Pero es que él tenía 23. Yo no sé lo que está pasando pero algo pasa. A mí me llama la atención la juventud de muchas de las víctimas y de los victimarios. Y me preocupa más cuando veo lo de los controles entre parejas adolescentes a través del móvil o de otros dispositivos. Suelen ser ellos los que las controlan a ellas, aunque habrá casos inversos. Pero lo más grave es que veo en encuestas que un porcentaje elevadísimo de chicas lo aceptan como natural y, es más, como prueba de amor. Por eso creo que aquí algo va más allá de un tarado que bebió más de la cuenta. Aquí algo se ha descompuesto y no creo que le vayamos a echar la culpa a Franco.
A.F.: Bueno, puede haber algo de arrastre ideológico, social, pero el caso es que la sociedad actual se enfrenta a este drama. Posiblemente, como hablábamos antes, si nos ocupásemos más de la educación algo podría modificarse. Pero, claro, si es algo que no nos preocupa cuando nos preguntan en esas encuestas… Necesitamos preocupación y ocupación sobre la educación.
D.M.R.: Así es, preocupación y ocupación. Yo en esto sigo siendo muy fiel al pensamiento ilustrado. Para mí la educación es la base. Otro día hablaremos de la diferencia entre educación y enseñanza, que es muy importante y hay demasiada confusión. La educación no sólo consiste en saber cosas sino en saber ver el mundo y saber verlo de formas diferentes. Decía Maquiavelo que, en general, las personas juzgan más por los ojos que por la inteligencia porque todas ven pero pocas comprenden lo que ven. Los jóvenes tienen que saber que estamos aquí por un accidente genético pero que, ya que estamos aquí, debemos entender la complejidad. Frente a la complejidad del mundo la falta de educación se nota en que se quieren resolver las cosas con simplezas, lugares comunes, frases baratas y, a lo sumo, el libro de un procer que todo lo sabe. Ahora nadie requiere preguntar a quien sabe más, tiene más experiencia, ha vivido más... Por eso casi todos tienen soluciones sencillísimas para problemas muy complejos. Esa es la falta de educación. La educación conlleva dos vectores: el conocimiento y el respeto. Hay que volver a recordar que las personas son respetables pero las ideas no siempre. Es muy normal, me ha pasado hasta en clase, eso de “mi opinión es igual de respetable que la suya”. Pues no, amigo, tu eres un estudiante de segundo y yo tu profesor. Tendrás los mismos drechos civiles que yo pero mi opinión, en estas materias que tratamos, vale más que la tuya. En cómo se toma una ola haciendo surf o cómo se prepara el nido de un guacamayo será distinto, pero aquí no. Las ideas de Himmler no son respetables pero eso no me permite torturarlo, por muy mal que me caiga y por mucho que me lo pida el cuerpo, que seguramente me lo pediría, como a los protagonistas de “Malditos bastardos”. Pero para eso está, precisamente la educación, la ilustración, para, entre otras cosas, embridar los bajos instintos. Hay opiniones que son chorradas pero no son peligrosas y las hay que, siendo chorradas, atentan contra la dignidad y la libertad, o incluso la vida, de personas o de grupos. Volviendo a los jóvenes y a la violencia contra la mujer yo veo el ambiente en la universidad. Nunca tuve ninguna mala experiencia, es verdad, pero seguramente habrá algún caso. En la universidad son pocos, la igualdad entre sexos es tal vez más clara, las propias asociaciones estudiantiles están alerta… En cambio mis bastantes amigos y familiares que están en enseñanza media e incluso en primaria me cuentan cosas muy preocupantes. Tampoco hay que ponerse trágico, ¿eh? Todo el mundo sabe de aquel paisano al que le iban a quitar el riñon derecho y le quitaron el izquierdo. Y pasaría alguna vez, pero nadie conoce a nadie a quien de verdad le hubiera pasado. El otro día el gobierno de Asturias minimizaba el problema del acoso escolar porque sólo un mínimo porcentaje de denuncias se correspondían con la realidad. Y seguramente es verdad. Una pelea de dos niños en el patio de la escuela no tiene porqué ser acoso y puede que muchos padres ultraprotectores exageren. Ese es otro problema porque la ultraprotección crea gente que reacciona con violencia ante la mínima frustración. Pero que el acoso escolar existe es verdad. Y por ahí se empieza. De ahí salen algunos maltratadores, sociópatas y psicópatas, algunos de los cuales llegan a las direcciones de las empresas y a los poderes del estado, no lo olvidemos.
A.F.: David Rivas, con el que tenemos algunos temas pendientes. Sabemos que tuvo algún idilio con la radio hace bastantes años. Lo dejamos como tema pendiente porque la mejor forma para volver es dejar algo por hacer y a nosotros nos gusta tener a David Rivas en “La buena tarde”, en la radio pública asturiana, y sabemos que él se encuentra bien entre nosotros. Muchas gracias por estos minutos de radio, por esas sinceras reflexiones y que este 2018 nos encuentre trabajando, a unos en la enseñanza y a otros en la radio, haciendo lo que nos gusta y lo mejor posible.
D.M.R.: Y con mejores salarios.
A.F.: Qué así sea. David Rivas, gracias.

D.M.R.: A ustedes.

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