“Soy de los que creo que Europa tiene una gran oportunidad”


Alejandro Fonseca: Acaban de presentarse los datos de empleo del primer semestre de 2017 y resulta que hay un treinta por ciento más de personas trabajando y que ha aumentado el número de afiliados a la Seguridad Social. La tendencia parece apuntar a un crecimiento sostenido del empleo. Pero también parece que las tendencias de una parte de la economía no se corresponden con las de la otra parte, con lo que todo parece indicar que se recupera el empleo pero no el poder adquisitivo. David Rivas, ¿qué tal?, buenas tardes.
David M. Rivas: Buenas tardes.
A.F.: El poder adquisitivo, ese gran desconocido, David Rivas.
D.M.R.: Vamos a diferenciar los conceptos. Una cosa es que aumente el número de puestos de trabajo y otra cosa es que crezca el empleo. Son cuestiones muy diferentes. Se destruyó muchísimo empleo y ahora se está recuperando con contratos de menos horas, de menor salario, de menores coberturas sociales. El dato fundamental para entender estos asuntos de la economía laboral no es el número de empleos sino la evolución de la masa salarial, que ha dejado de caer pero sigue tremendamente estancada.

A.F.: Hablamos de masa salarial cuando hablamos de lo que gana la gente.
D.M.R.: Sí, es la suma de lo que gana la gente, el monto total de los salarios.
A.F.: Vamos a recordar que David Rivas es doctor en economía por la Universidad Autónoma de Madrid, con estudios de postgrado en antropología y en sociología, y profesor titular de estructura económica en la Universidad Autónoma de Madrid. La estadística, ¿logra precisar qué tipo de empleos estamos creando o no?
D.M.R. Sí, lo logra. La encuesta de población activa es muy precisa para estos casos. Los datos que usted daba antes son los datos del antiguo INEM, que son datos reales pero que deben ser leídos de una manera determinada, con cuidado y atención. Hay un problema fundamental que es el que a mí más me preocupa: la Unión Europea, anteayer o hace tres o cuatro días, da un dato aterrador. Lo da la Unión Europea, no lo doy yo, ni lo da Comisiones Obreras, ni lo da Cáritas siquiera. Por cierto, últimamente sectores muy conservadores de la sociedad ponen a Cáritas como si fuera poco menos que un grupo terrorista. El dato es que el 28 por ciento de la población española está en riesgo de pobreza. Eso quiere decir que gente que trabaja, que tiene un salario, está en riesgo de pobreza. La pobreza siempre se asimiló a parados de larga duración, a inmigrantes sin papeles, a personas con problemas de salud o de drogadicción, a delincuentes de poca monta… El caso es que ahora ese riesgo lo tienen trabajadores, personas con un empleo, con ingresos, que pagan impuestos y que cotizan a la Seguridad Social. Hablamos de un 28 por ciento de la población. Es una barbaridad.
A.F.: También nos dicen los datos que la afiliación a la Seguridad Social ha aumentado en más de casi un cuatro por ciento, rondando el número de afiliados los 18 millones y medio. ¿Esto qué significa? ¿Por qué no siempre coincide el aumento del empleo con el aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social? ¿No debiera haber una relación directa entre una cosa y la otra?
D.M.R.: Evidentemente hay una relación. Además no quiero hacer un discurso muy pesimista porque hay cosas que están mejorando, pero hay que desmitificar un tanto las cifras estadísticas. La afiliación a la Seguridad Social es la afiliación por persona: un trabajador, un afiliado. Por su parte, la cotización se hace por tiempo trabajado. Si los contratos son por menos horas la cotización se reduce. Hay gente con contratos de días o de semanas, incluso de horas, y ahora, que estamos de vacaciones de verano, hay muchísimos trabajadores con contrato de dos o tres meses. Entonces aumenta el número de afiliados pero la cotización dura esas semanas o esos tres meses, por lo que no podemos hacer proyecciones estadísticas porque estaríamos falseando la realidad.
A.F.: Tenemos conclusiones positivas de estos datos y nos gustaría saber cuáles son. Es verdad que siempre buscamos los datos oficiales y siempre vemos un discurso oficial positivo, pero tenemos la mala costumbre de querer profundizar y de darle la vuelta a las cosas. Si el político dice que los datos son buenos, pues nosotros lo dudamos y queremos hurgar en el asunto. Tampoco nos vamos a poner del todo pesimistas, pero que crezca el empleo sólo nos dice que hay menos parados. Habrá que hacer un análisis más extenso, profesor.
D.M.R.: Dejando a un lado las cuestiones laborales, el crecimiento del empleo deja un efecto positivo: el aumento del consumo privado. El consumo privado era el gran problema que tuvimos en los últimos años, que cayó durante seis años y se estancó en 2015 y 2016. El consumo público, por su parte, llevaba estancado los mismos años y aumentó un poco en los últimos tres. Cualquier persona que camine por la calle, por Asturias en concreto, se percata de que hay un poco más de alegría en el consumo que la que había el año pasado o el anterior. Eso repercute en la recaudación por IVA, en la recaudación por impuestos especiales como el del alcohol, el del tabaco y el de la gasolina, y un largo etcétera. Todo eso conlleva un crecimiento. Se calcula que este año creceremos en un 3,3 por ciento, que es una ratio mayor incluso de la prevista por el gobierno. En principio hay que hacer una valoración positiva, pero luego hay que diseccionar las cosas, destripar los datos, ver lo que, a veces, se esconde tras la cifra. Y entonces nos damos cuenta de que la recuperación no llegó todavía a toda la gente que perdió parte de su renta en la recesión y de que aún tenemos un importante número de personas que no se ha recuperado en absoluto, que está como hace tres años. Ese es el gran problema, muy próximo al asunto de la pobreza del que antes hablábamos. Yo no puedo calcular el número exacto pero tal vez estemos refiriéndonos a un catorce o quince por ciento del veinticinco por ciento de paro que es, prácticamente, irrecuperable. Algunos llaman a esto paro estructural pero yo creo que, en el caso de España, es algo que va más allá de un paro estructural.
A.F.: ¿Por qué está costando tanto en España la recuperación y que pueda llegar a la mayor parte de la sociedad?
D.M.R.: Porque la estructura económica española es una estructura económica muy anquilosada. Yo siempre comento una cuestión que llamaría la atención a cualquier persona que conozca un poco cómo funciona la economía o que se preocupe un poco por lo que analizamos los economistas. Siempre hemos hablado de la reforma laboral, de la reforma fiscal, de la reforma bancaria, ¿verdad? Lo que faltó en España desde el inicio de la transición política es una reforma de la empresa. La empresa española es una empresa muy anticuada, muy anquilosada, muy al albur del poder administrativo y muy adherida a criterios organizativos arcaicos. Evidentemente, hay excepciones muy loables. Hay empresas, incluso de tamaño pequeño, con una potencialidad tecnológica y de crecimiento tremendos. Curiosamente, como vemos en Asturias, son las que aguantan la estructura industrial y siguen pagando salarios relativamente elevados. Y luego, ¿cómo no?, tenemos la última reforma laboral. Esta reforma de Rajoy era poco justificable, por no decir nada justificable, en los momentos de la crisis; pero ahora, con el crecimiento, mantener esas normas es completamente injustificable. Es injustificable desde todo punto de vista que, creciendo al 3,3 por ciento como parece ser que lo haremos este año y posiblemente en el siguiente, estemos manteniendo el nivel salarial que la reforma introdujo. Hay empresarios que están pagando salarios bajísimos cuando sus beneficios están creciendo en porcentajes exponenciales. Repito: si estas normas pudieron ser justificables en algún momento, aunque yo no lo creo, ahora son completamente injustificables.
A.F.: Los responsables políticos lo anuncian y los ciudadanos queremos que sea verdad: ¿es cierta esta recuperación de la economía española y es cierto que ese proceso al que llamamos crisis ha terminado?
D.M.R.: Bueno, a mí no me gusta utilizar el concepto de crisis porque la economía siempre está en crisis. Lo que hemos dejado atrás es una recesión o, tal vez, una depresión. No creo que sea el momento de discutir si fue una recesión o una depresión. La crisis es el estado natural del sistema. El capitalismo, por naturaleza, está en crisis, porque siempre está creando y destruyendo. En aquellos países, en aquellas comunidades, en aquellos sectores donde está destruyendo se produce decadencia, pero donde está creando se está creciendo. ¿Cuál es el problema?, pues que en España seguimos basándonos en el automóvil, el turismo y, me temo que de nuevo, en la construcción, los tres pilares de siempre. Le voy a poner un ejemplo muy actual. Ahora está de moda hablar de Venezuela. ¿Cuál es el problema económico central de Venezuela? Su problema es el monocultivo, la dependencia del petróleo en prácticamente exclusividad. De este modo, cuando caen los precios internacionales del petróleo, como está pasando, Venezuela se queda sin recursos financieros. En España está pasando algo similar, aunque, evidentemente, con menor dureza. Si dependes de dos sectores muy vinculados a una demanda interna todavía deprimida y de otro que no controlas estás caminando hacia el colapso. Yo me temo que nos volvamos a encontrar con una burbuja de nuevo dentro de cuatro o cinco años. Me temo que estemos volviendo al esquema que tuvimos hace veinte, dieciocho o quince años.
A.F.: ¿Cree que la economía española volverá a buscar su solución otra vez en el ladrillo? ¿Queda territorio por construir?
D.M.R.: No lo sé pero algo inventarán. Es impresionante el hecho de que repunte la construcción, cosa que parecería incomprensible. Tenemos un stock de viviendas vacías altísimo. Vayas por donde vayas hay viviendas vacías. Incluso en Asturias, donde la burbuja inmobiliaria fue menor, lo podemos apreciar. Hay casos clarísimos, como el de Gijón, por no hablar de Llanes, con todo el boom de la inmobiliaria turística de hace unos años.
A.F.: Vamos a ver qué pasa con la economía española en unos años. ¿Qué podemos vaticinar, qué podemos esperar de la economía española y qué podemos esperar de los países del entorno, que tienen una historia distinta, aún estando muy cerca?
D.M.R.: Yo creo, como le decía antes, que la economía española está tremendamente anclada en un modelo viejo. Se conoce muy poco de los últimos cuarenta años de la transición desde el punto de vista económico, aunque hay estudios interesantes. Todo el mundo sabe bastante de la transición política, de la transición cultural e incluso de transiciones como la militar y la religiosa. De la transición económica, tan importante, se conoce poco. Desde los Pactos de la Moncloa hasta aquí se sabe poco. Hablo del conocimiento de la gente, del ciudadano medio, no de los académicos y de los investigadores. Yo mismo publiqué un libro sobre el asunto. No nos damos cuenta de que la economía española tiró fundamentalmente de la integración europea. La integración europea supuso para España una entrada de fondos impresionante, unos fondos que se fueron reduciendo a medida que la Unión Europea se expandía hacia el este, hacia unos países con rentas inferiores a la de España. España y Portugal, como Grecia en su día, se beneficiaron de ser los pobres de Europa. Pero ahora resulta que, estadísticamente, ya estamos entre los ricos de Europa, si no entre los más ricos sí entre los de nivel medio-alto. Era una economía subsidiada que dedicó los fondos a infraestructuras, necesarias aunque no todas, pero también a alimentar la burbuja, tanto la inmobiliaria como la financiera, que están íntimamente ligadas. También se fió el modelo a las cuentas exteriores. Históricamente, desde los años cincuenta del siglo XX, la gran salvación de España es la cuenta exterior. Tenga en cuenta que el turismo forma parte del sector exterior. Los ingresos de turismo se contabilizan como exportaciones, lo que es muy importante para equilibrar la balanza por cuenta corriente. ¿Cuál es el futuro? Hombre, creo que va a ser mejor que lo que vivimos estos últimos años. Hay que ser un poco optimistas. El gobierno tiene razón en algunas de sus apreciaciones. Ayer oía al ministro Guindos haciendo unas proyecciones y me parecían bastante realistas. El problema está en que todo el coste social que supuso la recesión no está siendo recuperado, que, por ejemplo, todos los recortes sufridos en sectores básicos, como sanidad y educación, no se han revertido ni se van a revertir. Y hay otro problema: somos el país de Europa con menor aportación a I+D+i. Si no se invierte en innovación y tecnología, que es, precisamente, la única baza que Europa tiene para hacer frente al mercado internacional, mal vamos. Si queremos hacer frente a China, a Brasil, a los nuevos países emergentes, incluso a los Estados Unidos, la única baza que tenemos es la innovación, producir con más calidad. Pero, claro, sin invertir en innovación, acogotando a las universidades, acogotando a la investigación científica y pagando salarios bajísimos, ¿cómo vamos a competir con nadie?
A.F.: ¿Podemos hablar de una nueva era económica mundial, tan distinta a la que conocíamos, tras la llegada de Donald Trump al poder?
D.M.R.: Es evidente que la economía internacional va a cambiar. Ya ha cambiado de hecho. El cambio ya llegó hace años pero Trump lo está acelerando. Y Trump lo acelera con su decisión de inhibirse, algo que llama mucho la atención. Por ejemplo, su salida del Protocolo de Kioto y del Acuerdo de París, su abandono del acuerdo de libre comercio del Pacífico (ya no hablo del acuerdo con Europa, que era cosa distinta), todas esas cosas, nos llevan a algo único en la historia, estamos asistiendo al espectáculo de cómo un imperio decide dejar de serlo. Todos los imperios de la historia dejaron de serlo porque otro imperio les ganó una guerra o por una revolución interna. Es el caso de los españoles, que perdieron su imperio frente a la Gran Bretaña, o el del imperio ruso, que sucumbió bajo la revolución bolchevique. Pero que un imperio decida retirarse y dejar de tener mando en la economía mundial es algo insólito. Vamos a vivir situaciones que nunca habíamos previsto. Y en la economía mundial, como en todos los ámbitos, se cumple una ley física: cuando se hace un vacío algo tiende a ocupar ese vacío. El asunto, aquí y ahora, es ver quién y cómo llena ese vacío.
A.F.: China.
D.M.R.: China, sí, pero también Rusia y la Unión Europea. Son las tres grandes potencias. Tal vez la India juegue su baza y también otros países como Brasil, México o Malasia, pero el tablero lo dominan Rusia, China y la Unión Europea. De estos tres, China habla con una única voz, Rusia también habla con una única voz y Europa es una polifonía chirriante. Ese es nuestro problema. Y digo “nuestro” porque yo soy europeísta convencido desde siempre. Mi patria es Asturias y mi nación Europa. La voz de Europa no se oye y, como mucho, se oye la de Alemania. Ahora parece que se recompone el eje Berlín-París, tras el brexit y la llegada de Macron. Pero en Europa hay muchos más actores.
A.F.: Hay muchos países pero siempre que hablamos de Europa hablamos del eje franco-alemán. Siempre hablamos de Francia y Alemania, las que deciden.
D.M.R.: Son las dos grandes potencias económicas, claro, pero hay dos potencias más, y no muy inferiores a Francia y Alemania. Tal vez haya un problema de un complejo histórico pero, tras Francia y Alemania, las dos potencias son Italia y España. Italia juega a ser comparsa de Francia y Alemania y España no participa en nada. Y es que, si queremos que la Unión Europea tenga posibilidad de ser importante en el nuevo concierto mundial, Italia y España no pueden hacer dejación de sus responsabilidades. Pero como España está metida en un modelo que choca con todos los demás, con una productividad bajísima y con unos salarios bajísimos, nada puede hacer. Por cierto, que no es que al ser baja la productivid el salario sea, no, la relación es inversa. Yo soy de los que creo que Europa tiene una gran oportunidad y que podría hacer de la necesidad virtud, aprovecharse del brexit y de ese proteccinismo al que Trump está arrastrando. Estados Unidos saldrá de esta. Es un país flexible, inteligente, hábil. Yo tengo gran admiración por los Estados Unidos. Trump acabará en el contenedor. Pero, en el caso de hoy, es que te están dando ciertas ventajas en el mercado internacional. Mire, yo soy muy crítico con todo eso del comercio mundial liberalizado, pero pienso que el acuerdo de libre comercio con Canadá era muy bueno. Así como creo que el tratado con los Estados Unidos era muy lesivo, sobre todo en la legislación laboral y en cuestiones ambientales, no me lo parecía con el acuerdo con Canadá. Me parece que algunos sectores europeos fueron más papistas que el papa., más antiglobalizalización que los movimientos antiglobalización. Puede que lo repongan, puede que den marcha atrás. Es que ese es el camino, es que no hay otro.
A.F: Nos quedan pocos minutos. ¿Por qué el Fondo Monetario Internacional pide que bajen las pensiones en España?
D.M.R.: El Fondo Monetario Internacional lleva diciendo lo mismo desde hace veinte años y equivocándose siempre. Yo no comprendo cómo los economistas del Fondo Monetario siguen teniendo prestigio en alguna parte. Es que no dieron ni una.
A.F.: ¿No será que, aunque no tengan prestigio, tienen poder?
D.M.R.: Eso es evidente, Christine Lagarde es un gran peso en el mundo.
A.F.: Y los países que no sigan sus recomendaciones pueden tener problemas muy serios.
D.M.R.: Eso es cierto pero resulta que los que siguieron sus consejos quedaron aún peor. Siguió sus consejos Argentina y se metió en la peor crisis desde los años sesenta. Siguió sus consejos Tailandia, uno de los países considerados emergentes hace quince años y hoy está de nuevo en el subdesarrollo. Si no seguir los consejos del Fondo Monetario te lleva a problemas parece claro que seguirlos te lleva a la miseria de forma indefectible. Pero es que, además, cuando hablamos del informe del Fondo Monetario, ¿de qué estamos hablando? Son cinco folios, pero cuando hablo de cinco folios no es un forma de decir, no, es que son cinco folios. Y en esas cuatro líneas te dicen que bajemos las pensiones. Pero, ¿en qué cabeza cabe eso?
A.F.: Economía que todos entendemos con el profesor Rivas, otra vez. Seguiremos hablando de esto y revelando más secretos. Muchas gracias, David Rivas.

D.M.R.: Muchas gracias a ustedes y un saludo a los oyentes de la radio pública asturiana.        

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