“Ningún libro es peligroso”



Alberto Vega: Continuamos con esta ronda por la universidad sobre la polémica de la edición de “Mein Kampf” en Alemania. Tenemos al teléfono a David Rivas, profesor de estructura económica. Usted es antifascista, ¿verdad?
David M. Rivas: No me gusta definirme como “anti”. Prefiero definirme con “pro”, pero sí, soy visceralmente antifascista. Es cierto. Lo soy por convicción y por herencia familiar, todo a la vez.

A.V.: ¿Qué le parece la publicación del libro de Hitler? ¿Usted lo leyó?
D.M.R.: Me parece que los alemanes tienen derecho a leer ese libro. Es una basura, una obra que no tiene ni pies ni cabeza, pero no puede estar oculta. Yo incluso derogaría la ley que penaliza el negacionismo sobre la “shoá”. Me parece que, además de estúpido, es contraproducente. Yo trabajo con alemanes y veo cómo el nazismo los tiene atenazados. Es hora de que Alemania deje de purgar sus males. No es un pueblo maldito y no puede estar penando eternamente por un pecado. Y sí, leí el libro hace años. Me parece un sinsentido. Un europeo del presente se va a reir de las tonterías de Hitler. De hecho muchos se rieron en los años treinta y tomaron por chiste a aquel alborotador de cervecería. Pero cuatro años de guerra, los hornos crematorios y los millones de muertos que provocó aquel cabo austríaco de bigotito convirtieron el chiste en una de las más grandes tragedias de la historia. Y recordemos al Arturo Ui de Brecht: “aún es fértil el vientre que parió al suceso inmundo”. El libro es un refrito del libelo de los protocolos de Sión, inventado por rusos zaristas, algún manual de la inquisición castellana y las teorías de algunos franceses. Además está mal escrito. Yo lo leí en español y a lo mejor era una mala traducción pero recuerdo un montón de discordancias verbales.
A.V.: Entonces Hitler no hizo nada original.
D.M.R.: Nada en absoluto. Cualquier paisano de Toledo o de Sevilla le contará docenas de leyendas antisemitas mucho mejor construidas que lo que aparece en “Mi lucha”. Ni siquiera relata bien las sagas germánicas y confunde completamente el concepto de “volksgeist”, por no entrar en las barbaridades que entiende de la obra de Nietzsche o de Wagner. Además el antisemitismo no era, hasta entonces, muy característico de Alemania y tampoco de España. Era más bien un invento francés y ruso. El caso Dreyfuss, sin ir más lejos, es un claro ejemplo. O Stalin, un antisemita de manual, que utilizó ese registro cuando decidió liquidar a Trotsky, aunque obvió que Marx era judío. Bueno, Stalin incluso ocultó su nacionalidad: no era de Georgia, sino de Ochetia, lo peor visto en la santa Rusia.
A.V.: ¿Cree que el libro es peligroso?
D.M.R.: Ningún libro es peligroso. Lo peligroso es otra cosa. “Mi lucha” fue comprado por poco más de doscientas mil personas pero, en ese mismo tiempo, los nazis obtuvieron más de trece millones de votos. El problema no es un libro.
A.V.: ¿Es bueno leerlo?
D.M.R.: Pues no lo sé. Quien tenga interés por la política y por la historia europea del siglo XX debe leerlo. Es malo, de verdad, con una prosa terrible. Pero tiene mucho interés. Hitler es, tal vez, la figura central de ese siglo.
A.V.: ¿Tiene Hitler una teoría económica?
D.M.R.: En su libro no recuerdo haber leído casi nada de economía. Supongo que Hitler era un ignorante de esa materia y de casi todo. Pero no era un estúpido. Era un hombre inteligente, tal vez un tanto primario pero no un idiota. Él o alguno de sus colaboradores como Spier o Rosenberg diseñaron una política económica muy bien construída. Era una política de demanda, una especie de “keynesianismo totalitario”. Redujo la inflación con asombrosa rapidez e hizo crecer el empleo. Algunos autores hablan de “política de demanda agregada con componente criminal”. Pero me parece que de eso no habla en “Mi lucha”, pero igual estoy equivocado. Leí el libro hace treinta años y tampoco con mucho interés. 
A.V.: ¿Usted recomendaría a sus alumnos el libro?
D.M.R.: En general no. Pero a algunos alumnos de derecho a los que enseño economía política internacional tal vez sí. Es que veo que vuelve la tradición de Carl Schmidt, un presunto liberal que dio en fascista. Su teoría la respalda hoy, de un lado el PP y de otro Podemos. Es esa teoría que dice que el espíritu del pueblo dicta la norma. Me aterra. Yo soy más de Voltaire, de Montesquieu y de Mill, tal vez los pensadores más odiados por los fascistas. Y de Kropotkin, que cuando vivió la gran guerra, la primera mundial, adivinó con gran acierto el advenimiento del fascismo, al que llamaba “estatismo totalitario capitalista”.
A.V.: Muchas gracias.
D.M.R.: Buenas tardes.

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