“El paraíso verde sólo queda en las pegatinas”


(Una entrevista en “La Voz de Asturias” del 15 de noviembre de 1993)
Mayte Díaz: Comprometido con la defensa de los valores ecológicos, David Rivas se ha convertido hace escasos días en el nuevo presidente de Amigos de la Tierra, organización que cuenta en España con 14.000 socios y que, entre otras misiones, coordina el programa comunitario Ayuntamientos por el Medio Ambiente. Escritor, articulista y economista, este asturiano critica la vulnerabilidad de las leyes y el escaso empeño de obligar a que se respete la normativa ambiental. 35 años, casado, doctor en ciencias económicas y profesor titular en la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor, ¿cree que el Principado sigue siendo el paraíso verde del que tanto se habla?
David M. Rivas: Yo creo que hablar, no se habla de tal paraíso. Eso sólo queda para campañas institucionales y para pegatinas de coches. Es verdad que, sin duda, Asturias conserva aún una importante parte de su territorio en unas condiciones más que aceptables, lo que nos permite ciertas licencias literarias en la publicidad. Pero lo que yo temo es que ese mito del turismo como redentor de un país empobrecido se convierta en el nuevo e irreversible deterioro. Es posible que, como sucedió en otras partes, el recurso verde sea el reclamo para un turismo que acabe con el recurso.

M.D.: ¿Cómo se puede salvar el paraíso?
D.M.R.: No hay que olvidar que Asturias posee el paisaje que posee porque un pueblo, a lo largo de los siglos, ha mantenido interacciones con su medio. En este sentido, el paraíso también se salva manteniendo nuestro ser como país, el folclore, el patrimonio construido, las instituciones tradicionales y, sobre todo, la lengua.
M.D.: ¿Qué opina de la ampliación del parque nacional de Covadonga y Picos?
D.M.R.: Soy totalmente partidario de la ampliación del parque y creo que debe procederse a aplicar una figura legal de protección, la más rápida posible, en tanto no se realice la declaración definitiva. Si no lo hace el gobierno central deben ser los autonómicos, y si no hay acuerdo entre ellos, creo que Asturias debe tomar la iniciativa. Asímismo, debe declararse el entorno del futuro parque nacional como parque regional para que se posea una barrera de protección.
M.D.: ¿Qué ha podido suceder para que el ministerio de agricultura demore su creación?
D.M.R.: Ignoro las razones últimas para frenar la tramitación de la declaración pero supongo que se debe a que, como siempre, estos temas quedan para después de los demás.
M.D.: Los vecinos afectados dicen que esta protección perjudicará sus intereses. Quizás estas reticencias provienen de falta de información.
D.M.R.: Más que por falta de información proceden de las informaciones tendenciosas. Yo presencié un debate en Peñamellera Alta en el que un ciudadano, que resultó ser de no sé qué asociación de cazadores, dijo que el Icona y la consejería de medio ambiente iban a llevar camiones con lobos para soltarlos. Esto es así. Pero la realidad es que en la mayor parte de Europa los paisanos se pelean ahora por ser declarados parque. Es más rentable el parque que la agricultura tradicional.
M.D.: ¿Sería partidario de permitir una batida de lobos en el parque, tal y como se realizó?
D.M.R.: La población de lobos en Covadonga es escasa, mucho menor que en otras zonas e inexistente en la mayor parte del territorio protegido. Hay que salvaguardar la especie del lobo. Si el lobo muere, no sólo se empobrece el medio, sino nuestra cultura. Estoy en radical oposición a las batidas y al escopeteo legalizado.
M.D.: El Principado, a través del PORNA, prevé proteger el 30 por ciento del territorio regional. ¿Es suficiente?
D.M.R.: Podría decirle que me parece poco territorio pero me conformo con pensar que me parece bien. Creo que muestra una sensibilidad por parte del gobierno asturiano mucho mayor que la tenida hasta ahora. Sin embargo, contrasta con los proyectos de infraestructuras, que no tienen en cuenta aspectos ambientales. Sobre esto yo soy muy sensible al paisaje costero y creo que debería darse la máxima protección al área de Cabranes y Villaviciosa, el valle de Valdediós y la ría, y al espacio marítimo terrestre que va de Cudillero a Luarca.
M.D.: ¿Eucaliptos, sí o no?
D.M.R.: Muy claro: eucaliptos no. Las razones son sobradamente conocidas.
M.D.: ¿Qué opina de las minicentrales?
D.M.R.: Las minicentrales han de ser enjuiciadas en su modelo energético correspondiente y no de un modo aislado. Pueden ser soluciones cuando no existen modalidades más blandas o cuando, por el contrario, se presentan como alternativa a centrales térmicas o nucleares. Pero de esto no se puede inferir su bondad intrínseca. En el caso del Principado, por ejemplo, creo que la mayoría son innecesarias, puesto que Asturias es un país con excedentes de energía eléctrica.
M.D.: ¿Cómo se debe frenar la pérdida de bosque?
D.M.R.: Hay que recuperar enclaves degradados que tengan capacidad autónoma para seguir la sucesión biológica. Pero, ante todo, hay que poner fin a la política forestal española, viciada de origen. Si el Icona no rompe la inercia de actuación en pocos años el bosque será un recuerdo en los cuentos tradicionales. El instituto ha sido uno de los grandes culpables del desastre pasado.
M.D.: ¿Considera adecuada la ley de aguas que se ha elaborado en Asturias?
D.M.R.: No conozco los pormenores del proyecto, pero lo cierto es que el agua es prácticamente gratis y hay que introducir conciencia de coste en el usuario.
M.D.: ¿Qué opina del Plan Hidrológico Nacional?
D.M.R.: Creo que es un plan faraónico que va a destruir mucho más de lo que va a producir. No tiene en cuenta las claras interrelaciones con otros planes, como el director de infraestructuras, y nunca conoceremos la evaluación del impacto global que provocarán ambos sinérgicamente.
M.D.: ¿Y del trasvase de aguas?
D.M.R.: Soy contrario a los trasvases. La inversión y el gasto que durante décadas se va a realizar en estas obras se podía dedicar, en el mismo tiempo, a deslocalizar la industria. No entiendo por qué es racional llevar el agua a donde se consume y no lo es esbozar políticas de localización que primen las instalaciones de sectores productivos allí donde está el recurso. Sólo una interpretación en clave política me proporciona respuestas. De hecho, la idea de llevar aguas de un lado a otro fue una ocurrencia soltada durante un mitin electoral. Entonces se habló de llevar hacia el sur agua de los Picos de Europa, con lo que quedaba de manifiesto que ni se conocen los recursos hídricos ni tampoco los Picos.
M.D.: ¿Cree que las industrias son conscientes de que deben reducir la contaminación?
D.M.R.: Creo que sí son conscientes pero me parece evidente que no lo hacen. Las industrias asturianas no son peores que las de Cataluña, Baviera o Luxemburgo. La diferencia estriba en que el modelo de crecimiento de Asturias fue desequilibrado, contaminante e irracional. Hoy es difícil que una industria limpia se asiente, por ejemplo, entre el Nalón y el Caudal.
M.D.: En general, ¿los estudios de impacto son respetados?
D.M.R.: No sé si son respetados pero si sé que su elaboración no es correcta. Su contenido técnico puede ser, a veces, excelente pero es incomprensible para el ciudadano medio y, por tanto, hurta la posibilidad de participación, cuestión ésta muy importante, no sólo en la práctica, sino en la propia conceptualización de estos estudios. Además, en el caso de proyectos privados, siempre se choca con los secretos industriales, por lo que muchas veces es imposible saber qué va a fabricar una empresa.
M.D.: ¿Qué opina de las asociaciones ecologistas?
D.M.R.: Las asociaciones ecologistas han sido y continúan siendo las piezas fundamentales de la toma de conciencia. Son las “aguafiestas” de la sociedad consumista y, por tanto, necesarias, imprescindibles. Además, a medida que pasa el tiempo, algunas se han ido convirtiendo en organismos de estudio e investigación de gran calidad, sin dejar por ello el activismo.
M.D.: ¿Y de los partidos verdes?
D.M.R.: Creo que han sido importantes, sobre todo en Alemania. Pero me temo que están perdiendo fuelle. En España han llegado tarde y su discurso ha sido tomado en buena medida por la izquierda clásica y, sobre todo, por los nacionalistas progresistas. No obstante, creo que sería bueno que se consolidaran.
M.D.: ¿Cuáles son los objetivos que se ha marcado su organización?
D.M.R.: Amigos de la Tierra sigue trabajando en las líneas que lo viene haciendo desde hace años: el estudio y la intervención en conservación de la naturaleza y protección del medio ambiente. No obstante, la organización es consciente de que asistimos a cambios importantes, por lo que incide cada vez más en otros aspectos como el desarrollo sostenible, las relaciones entre economía y ecología.
M.D.: Pero usted, como nuevo presidente, imprimirá cierto estilo…
D.M.R.: No. Amigos de la Tierra, Friends of the Earth, es una organización muy firme y consolidada. Algunas cosas pequeñas sí que pueden cambiar. Debo ser el primer dirigente ecologista que no es biólogo o sociólogo. Soy profesor de economía. Eso es algo de interés. También debo ser el único dirigente ecologista en España de cultura atlántica. Soy del tejo y no tanto de la encina, de la mar y no tanto de la estepa. Eso puede pesar un poco. Pero no va a haber ningún terremoto.
M.D.: ¿Es Asturias un país subdesarrollado en materia de medio ambiente? 
D.M.R.: Desde luego que hay un cierto atraso en esta materia. Pero lo más importante es lo que ya he dicho, que las normas se violentan. Para edificar en la costa es necesario cumplir una serie de criterios, muchos de los cuales se encuentran en la ley de costas, es decir, fuera de la legislación estrictamente ambiental. Pasee usted por las playas de Asturias y vea el incumplimiento   

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