“La reforma de la PAC beneficia a los grandes propietarios”


Luis Martín: Profesor David Rivas, de la Autónoma de Madrid, buenas noches. Tenemos pocos minutos, menos que otras veces. Queremos preguntarle por las tres cuestiones del momento económico: las ayudas que deben devolver los astilleros, la reforma de la política agrícola y la posible reforma fiscal. El sector naval: Almunia y la Comisión Europea quieren que los astilleros devuelvan las ayudas recibidas y eso los pone en una situación muy complicada. 
David M. Rivas: Parece ser, porque la cosa no está muy clara, que se trata de unas transferencias hechas a los grupos de inversores. Es que los procesos en el sector de construcción naval son bastante complejos. Una empresa armadora, ya sea pesquera, química o de contenedores, encarga un buque a un grupo inversor y este grupo es el que contrata con un astillero. Este agente inversor logra sus beneficios de esa intermediación. Las subvenciones europeas fueron, precisamente, para esos inversores intermediarios. Son estas empresas las que deben devolver el dinero.
L.M.: Algunos ayuntamientos en los que el sector naval es muy importante pretenden declarar a Joaquín Almunia persona “non grata”. Usted siempre se refirió a Almunia como una persona sensata y razonable.
D.M.R.: Sí, es verdad, y lo sigo creyendo. No soy amigo suyo y solamente hablé con él dos veces y hace de ello bastante tiempo. Esto lo digo porque, con la que está cayendo, tenemos que jurar que no opinamos por intereses bastardos. Sobre la posición de Almunia, muy dura, tengo una opinión bien formada. Yo hubiera actuado como él. Su misión es velar por la libre competencia en la Unión Europea y, si han existido subvenciones ilegales, deben ser devueltas. Si yo veo que un estudiante ha plagiado su trabajo de fin de curso, estoy obligado a denunciarlo, por decencia y por justicia a sus compañeros. Y me parecería intolerable que la familia del copión se pusiera delante de mi casa a gritar y a tirarme huevos.

L.M.: Pero hay críticas muy bien fundadas, entre ellas la de un trato desfavorable a España. Eso es lo que le critican a Almunia.
D.M.R.: Eso es otra cosa. Si Almunia cree que esa exigencia de devolución de subvenciones es legal pero injusta, lo que puede hacer es dimitir, pero eso no modifica la legalidad de la medida. No obstante, se podría acudir a una sentencia del tribunal europeo del 2010 en la que se aceptaban esas ayudas. Lo que sí es cierto es que las empresas francesas, que se enfrentaron a una situación similar hace unos años, no devolvieron lo ingresado. Además, parece ser que la Comisión Europea sabía desde 2009, si no me equivoco de año, que estas subvenciones eran irregulares. ¿Por qué siguieron dándolas? En este contexto de crisis económica se está viendo que las instituciones europeas están llenas de ineptos y de chapuceros.  
L.M.: ¿Cuál será el impacto de esta medida, si se lleva a efecto, sobre el sector de construcción naval español?
D.M.R.: Hay mucha incertidumbre. Yo no tengo muy claro el impacto que podría provocar en cada astillero o en cada región con especialización en construcción naval. Pero la Comisión Europea tiene que ver que no puede sacrificar todo un sector económico u obligarlo a condiciones tercermundistas, a condiciones de sobreexplotación de los trabajadores. Porque si se ahoga el sector en España, se ahoga en Europa. Si los costes de la construcción se disparan, no sólo lo van a sufrir en Asturias, Galicia o el País Vasco, sino en toda Europa. Ningún armador del mundo va a dejar de contratar en Galicia para hacerlo en Finlandia, sino para hacerlo en Corea del Sur o en Brasil. Habrá razones legales pero es un auténtico desmantelamiento del sector. Es una acción más que encamina al suicidio de la Unión Europea.
L.M.: ¿Qué le parecen las reacciones de los gobiernos de las comunidades autónomas implicadas?
D.M.R.: Las normales, las de siempre. Urkullu un poco diletante. Ví al PNV un tanto acomodaticio. Javier Fernández, el asturiano, también como siempre, callado, sin opinión, obediente al mando. Es un hombre que no tiene más sangre que la del partido. No es una persona. No hay que olvidar que un diputado por Asturias, Antonio Trevín, presidente de Asturias unos años y jefe de orden público otros tantos, justificó la medida. Lo repito, puede que las cosas sean conforme a ley, pero desde la política económica se piensa de otro modo. El PSOE asturiano es deleznable. Creo que quien mejor lo hizo fue Núñez Feijóo, el gallego. Si no es por Núñez Feijóo todo esto ni se sabría. Él forzó esta especie de alianza atlántica que tal vez remedie en parte el desastre. 
L.M.: Usted conoce bien la estructura industrial de Gijón y la reflejó en un libro que, permítame la licencia, debería traducir al español o al inglés. ¿Quedará muy perjudicada la construcción naval de la ciudad?
D.M.R.: No mucho. El hundimiento del sector naval de Gijón es ya total. Es más, de la cantidad total que la Comisión Europea quiere recuperar, a los astilleros asturianos les corresponden unos cien millones sólamente.  Donde sí puede resultar letal esta decisión comunitaria es en Navia y Castropol. Seguramente usted no conoce el asunto porque desde Madrid sólo se sabe de Gijón, Vigo, Bilbao… Pero es que hay más puertos y más astilleros. Y, precisamente, los de Castropol y Navia son muy eficientes y competitivos.
L.M.: Dicen que los responsables españoles en la Unión Europea son los más reacios a defender sus propios intereses, que son unos “quijotes”.
D.M.R.: Conozco algo del funcionamiento de Bruselas y Estrasburgo pero no todo. Es posible que el síndrome de la “franquistada” haya generado políticos que lo den todo por una idea totalizante de Europa. No lo sé. Pero lo que sí sé perfectamente es que los políticos españoles siempre han sacrificado a los países atlánticos. Este reino es de cultura y tradición mediterránea y siempre margina a Galicia y Asturias, las dos comunidades de cultura atlántica. Además, la suma de gallegos y asturianos es despreciable en unas elecciones. Me hace gracia, mala gracia, cuando el PSOE o el PP critican a los nacionalistas. ¡Pero si ellos son ultranacionalistas!
L.M.: Siempre habla usted de Asturias y Galicia.
D.M.R.: Yo soy asturiano, ¿de qué iba a hablar? Y Galicia, país hermano, tiene los mismos problemas. El reino de España es tremendamente cruel con nosotros. Son los del olivo, el toro, la remolacha y el corcho. Ni nos entienden ni los entendemos. Somos los atlánticos, unos pocos electoralmente, sometidos a un reino mediterráneo.
L.M.: ¿Y los vascos?
D.M.R.: Estamos en sanfermines. Eso del toro… Los vascos deben decidir. No lo pueden tener todo: vino, sidra, toros, bonito, lengua, dólmenes, catolicismo, brujas, reino, dioses … Cualquier día descubriremos que Jesucristo era de Tolosa. En mi opinión, humilde opinión, los vascos son la lanza mediterránea entre los pueblos atlánticos. Son la cabeza del Ebro, los íberos, una noble estirpe.
L.M.: Esa opinión es muy poco correcta en la política actual. A muchos les extrañará y a unos cuantos les molestará.
D.M.R.: Es mi opinión y el pensamiento no delinque, salvo que Gallardón dicte otra cosa. Pero creo que es una opinión bastante fundada. A mí me gusta mucho el País Vasco y me gusta la gente. Es un pueblo formidable y envidiable en muchas cosas. Mis amigos vascos que pudieran escuchar este programa me van a entender perfectamente. Comprendo también que a muchos no les guste mi consideración, pero yo es que de mitomanías estoy hasta las orejas.
L.M.: ¿Tiene salida la construcción naval española?
D.M.R.: Creo que sí, pero sólo si las empresas no se empeñan en competir con China, con Corea o con Brasil. Hay una capacidad tecnológica mucho más grande y una mano de obra mucho más cualificada. España no puede competir por la vía del coste laboral, salvo que apueste por volver a la esclavitud. Los astilleros de Asturias, por ejemplo, construyen los mejores quimiqueros del mundo, barcos que no pueden hacer Brasil o China, ni tampoco Corea del Sur. Pero como este gobierno parece decidido a dar marcha atrás en la historia…
L.M.: El gobierno ha nombrado un comité de “sabios” para la reforma fiscal. ¿Qué le parece?
D.M.R.: Reformar el modelo fiscal español es una necesidad. Un sistema fiscal, lo estudiamos desde el primer año de economía, ha de ser suficiente, eficiente y equitativo. El modelo que hoy tenemos no cumple ninguna de las tres condiciones. No soy experto en fiscalidad pero algo entiendo. Lo que me preocupa es que algunos de los expertos que han sido convocados ya estuvieron en la comisión que trabajó en la reforma de las pensiones. El sesgo ideológico es evidente. En el grupo de expertos está un compañero mío, Maximino Carpio, una excelente persona y un buen profesional, pero muy apegado a la ortodoxia y miembro del departamento al que pertenece el mismo Montoro. Conozco también a otros cuantos. Casi todos ellos parten de la idea de que subir los impuestos es malo porque, a la larga, hace caer la recaudación.
L.M.: Eso es dogma en la actualidad. Zapatero dijo que bajar impuestos era de izquierdas.
D.M.R.: Lo de Zapatero es una estupidez. Rodríguez Zapatero fue lo peor que nos cayó encima. Es verdad que trabajó mucho y bien en libertades públicas, pero gobernó para minorías. Ese fue su error. La izquierda, por poner en la izquierda al PSOE, es una enorme confusión. Izquierda Unida es lo mejor que tenemos, pero los comunistas hubieran fusilado a Keynes e incluso a Azaña. Y estos de IU ni siquiera conocen la fábrica. Son más de inmigrantes, homosexuales, feministas… No me parece mal, evidentemente, pero olvidaron a la mayoría, a los trabajadores, a los obreros. En unas elecciones, no recuerdo cuáles, Llamazares, candidato por Madrid (lo que ya dice bastante) dio dos mítines en Chueca y ninguno en una fábrica. Y, para más aquello, en Chueca arrasa el PP porque serán gays, pero son ricos. Esta izquierda es una mezcla de falangismo y catolicismo y resulta que redescubren la teoría de la demanda agregada de Keynes y el republicanismo de Azaña.
L.M.: Los impuestos están en el centro del debate.
D.M.R.: Es un debate falso. Lo importante es que todo se basa en una premisa falsa. Parece ser que todo empezó cuando Laffer, un economista con demasiada buena reputación para mi gusto, le dibujó una curva a Reagan en una servilleta. Le planteó que, a partir de un punto, subir los impuestos dañaba a la economía. La hipótesis de Laffer no fue nunca contrastada pero, aunque fuera cierta, se olvidan de una cosa muy importante. La curva fiscal de Laffer no es de pendiente decreciente sino una especie de “u” invertida. Él dice eso pero también dice que por debajo de un punto óptimo se recauda menos. Es decir, que, según Laffer, se deben subir los impuestos hasta un determinado nivel y que a partir de ese nivel subirlos más provoca una caída en la recaudación. Y en España la imposición directa está muy por debajo de ese nivel, de ese punto óptimo.
L.M.: ¿Cuáles deberían ser las claves de una reforma?
D.M.R.: Lo primero que hay que tener en cuenta es que un estado que ya no tiene soberanía en política monetaria sólo cuenta con la política fiscal para organizar su estructura económica. Y, a mi juicio, lo más importante es rediseñar el IRPF. Actualmente es un impuesto sobre los salarios. Los asalariados y los funcionarios pagan más por la renta que los empresarios, cosa increíble. Tal parece que los empresarios mantienen los negocios para perder dinero y enriquecer a sus empleados.
L.M.: ¿Qué le parece la reforma de la política agraria comunitaria? De eso sí que sabe usted, tanto como de economía internacional, que es su punto más fuerte.
D.M.R.: No sé tanto como usted parece suponer, pero vivo en una aldea, en un “núcleo rural” que dicen ahora los tecnócratas y mi especialización inicial fue en economía agraria y regional, para llegar después al medio ambiente. Esta reforma, hasta donde yo conozco, es una barbaridad. Tal parece que se sigue creyendo que un indicador de desarrollo es la caída de la población rural. Eso es estúpido. La tierra es la base de nuestra vida. No podemos comer silicio. Es una constante la política de desregulación, el tratar la alimentación como mercancía pura y dura, con unos precios que destrozan a los campesinos. La PAC beneficia a los grandes propietarios y provoca el abandono del campo de los pequeños propietarios. Para que vea, la PAC beneficia a los duques del Infantado, a la duquesa de Alba, a las hermanas Koplowiz. En Asturias y Galicia, con una agricultura sostenible, con muy poco de agroquímica, hemos perdido casi un setenta por ciento de las explotaciones agrícolas. Perdóneme por volver a hablar de Asturias y Galicia, pero es que no podemos olvidar que el ministro español de agricultura, del PP, es un terrateniente andaluz. Ya el PSOE de González y de Guerra, un partido andalucista, inició esta vía. Y ahora un PP caciquil la va a rematar.
L.M.: Entonces esta reforma, ¿no servirá para nada?
D.M.R.: Para algo servirá, supongo, pero es una gran oportunidad que los burócratas de Bruselas han perdido. La equidad y el equilibrio entre países van a quebrar. Y también se sacrifica todo el entramado agroambiental que había surgido de la reunión de Cork de hace quince años. Esta reforma acaba con cualquier posibilidad de soberanía alimentaria porque sigue fomentando y financiando a las grandes distribuidoras y a los grandes propietarios de la tierra. Como le decía con lo de los astilleros, la Unión Europea se está suicidando. Quizás algunos gobiernos tienen ese objetivo.
L.M.: Volveré a lo que más le preocupa a usted: Asturias.
D.M.R.: Si esta reforma cuaja, los agricultores y ganaderos de Asturias pasarán a la historia. Así de llano y claro.
L.M.: Se radicaliza mucho usted. ¿Hay solución?
D.M.R.: La verdad, no sé si hay solución. Pero sé, con completa seguridad, que este modelo agropecuario es insostenible. Es insostenible tanto económicamente como ecológicamente.
L.M.: ¿Podría ser España soberana en alimentación?
D.M.R.: No. España es el paraíso de las grandes distribuidoras. En alimentación España no existe. Ni aceite, ni naranjas ni nada de nada. Y, si lo mira bien, con estadísticas, ni en el vino compite en ninguna parte. España fue ladrillo, tetas al aire y corrupción. Y ese modelo quebró.
L.M.: Le vuelvo a preguntar por lo que más ama, por Asturias.
D.M.R.: Si España va mal, Asturias va peor. Le voy a decir algo que seguramente le va a sorprender. A Asturias le vendría bien la independencia.
L.M.: No tenemos tiempo, profesor, pero le prometo que hablaremos de este asunto. De verdad se lo digo.
D.M.R.: Muchas gracias, amigo. Me esforzaré en mi argumentación.   

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