Rajoy confunde “el estado de la nación” con “las cuentas del estado”



Ramón López: En esta reflexión a varias bandas y después de unas horas del debate del estado de la nación, entramos ahora en el capítulo en el que más tiempo emplearon tanto Rajoy como Rubalcaba, el económico. David Rivas, profesor de estructura económica en la Universidad Autónoma de Madrid, lo primero, la pregunta obligada: ¿quién resultó ganador?
David M. Rivas: Creo que Rajoy pero sólo porque no es posible que un combate lo pierdan los dos púgiles. Rajoy ejerció de caudillo narcisista, con ese discurso bonapartista de cumplir con el deber antes que cumplir lo prometido. Rubalcaba, que es un buen parlamentario y generalmente de discurso eficaz, se mostró en ocasiones diletante, prisionero del pasado de su partido, de unos gobiernos que practicaron las mismas políticas económicas, pero que parecían menos lesivas porque no había crisis o, al menos, la gente no la percibía.
R.L.: ¿Cuál de los dos trató mejor los asuntos económicos?
D.M.R.: Sin duda, Rubalcaba, porque trató de los problemas económicos que padecen los ciudadanos, habló de la economía real, de los efectos reales de la crisis. Rajoy se mantuvo en un discurso macroeconómico aristocrático y se dedicó a dar datos económicos, cosa muy distinta a la de hablar de economía. El presidente del gobierno sigue viviendo en una nube, parece no conocer la realidad, está atrapado en un mundo que se ha construido o que le han construido.

R.L.: Pero hizo un largo relato de los avances que la economía española tuvo en este último año.
D.M.R.: Lo que Rajoy hace bastante bien es administrar lo poco que hace. Nos dio una descripción del marco general de la economía española como lo haría un contable pero no como lo haría alguien que de verdad sabe de economía. Este presidente confunde el debate sobre “el estado de la nación” con la explicación de “las cuentas del estado”. Además, con su lenguaje de contable, se equivocó conceptualmente o mezcló intencionadamente cuestiones heterogéneas, además de cargar de juicios de valor algunas macromagnitudes para que su lectura sea diferente a la real.
R.L.: Ponga algún ejemplo.
D.M.R.: Repitió varias veces que el déficit público estaría por debajo del siete por ciento del PIB. No sé cómo hace el gobierno los cálculos, pero ningún economista medianamente serio puede creerse esa cifra. También hizo mucho énfasis en el superávit de la balanza comercial, lo cual es cierto. Pero eso sólo es un dato. Es necesario analizar el porqué de ese superávit. La productividad española está creciendo pero no lo hace por la innovación tecnológica o por mejoras de la gestión empresarial sino porque ahora hay menos trabajadores, cobrando menos y trabajando más horas para cubrir la labor de los despedidos. Eso quiere decir que la producción está, más o menos, manteniéndose. Y en este escenario, con la demanda interna cayendo en picado, las empresas que mejor colocadas están son las exportadoras. Paralelamente, el paro creciente y el cierre de empresas provocan esa caída de la demanda con lo que, lógicamente, se importa menos. Además ligó este superávit de la balanza comercial con un futuro descenso de la deuda externa, dos cosas que nada tienen que ver directamente. Evidentemente, todo está relacionado con todo, pero se puede tener una deuda externa enorme y un superávit comercial también enorme. Sin ir más lejos, Estados Unidos ha pasado por esa situación muchas veces. Y también por la contraria.
R.L.: Rajoy empezó hablando del paro y refiriéndose, concretamente, a los casi seis millones de parados.
D.M.R.: Me da la sensación de que Rajoy es jugador de mus. Con ese arranque del discurso “quitó mano” a Rubalcaba, que tenía mucho mejor juego. Rajoy solo tenía un rey pero jugó bien con esa carta. Vino a decir que era consciente del drama del paro y que estaba trabajando para que, en seis o siete meses, se vieran los frutos de sus medidas. Pero, después de ese par de minutos, no presentó ni una sola medida para fomentar el empleo. Incluso reiteró las bondades de la reforma laboral que, en mi opinión, solamente sirvió para abaratar el despido e incrementar el desempleo. El problema no era el mercado laboral, pese a las muchas disfunciones que tiene, sino el sistema financiero y la estructura empresarial. El sistema financiero se está arreglando con cargo a los contribuyentes. Los modos de actuación de los grandes empresarios siguen siendo los mismos.
R.L.: Sí planteó un plan de empleo para los jóvenes.
D.M.R.: Se trata del dinero que va a transferir la Unión Europea, aunque seguramente el gobierno negoció bien para conseguir ese monto, pero estamos hablando de calderilla. El problema es que, a la vez, oyendo el discurso de Rajoy, todo parece indicar que una buena parte se va a emplear en “minijobs”, aunque nunca quiso utilizar esta palabra. Además, atendiendo a la tradición empresarial española, es muy probable que estos contratos suplan al actual empleo fijo. Pero, a mayores, el mejor plan de empleo juvenil es la inversión en formación y la política del gobierno es letal para la educación.
R.L.: ¿No hizo el presidente ninguna propuesta concreta?
D.M.R.: Alguna sí hizo, claro. La más perfilada fue la de que los autónomos y las empresas que facturen menos de una cierta cantidad no paguen el IVA hasta que no cobren la deuda del cliente. Pero esta medida la llevaba el PP en su programa en el 2011 y la repitió Rajoy en su discurso de investidura. Además, técnicamente es algo muy complejo, salvo que se dote de automatismo al mecanismo de petición de aplazamiento, actualmente algo complicadísimo. Y no olvidemos otra cosa: la administración estaría renunciando a una financiación fácil a coste cero, cosa muy golosa en los tiempos que corren.
R.L.: Rajoy incidió en que, de no haber seguido la política que él propugna, la situación sería otra, mucho más dura y peligrosa.
D.M.R.: Tiene razón, de nuevo, con los datos en la mano, pero vuelve a confundir contabilidad y economía. Desde 2010 se esperaba la intervención administrativa por parte de la Unión Europea. El rescate se daba por hecho en septiembre de 2012. No sucedió. Efectivamente, un rescate a la griega hubiera sido terrible. La prima de riesgo se disparaba y se frenó, siendo hoy menor que la de Italia, aunque aún es altísima. La deuda española vuelve a ser comprada por agentes extranjeros, cuando desde junio del año pasado sólo lo hacían agentes españoles, lo que era una espiral peligrosa. Parece que la gestión del gobierno es exitosa, ¿verdad? 
R.L.: Pues sí, eso parece. ¿Es que no lo es?
D.M.R.: En primer lugar, no todo es tan luminoso. Pese al optimismo de Rajoy la situación es peliaguda y el rescate aún está a la vista. Por otra parte, el Reino Unido puede ver comprometida su calificación AAA en las ratios de riesgo y Alemania entrará en problemas tras las elecciones. Y no digamos nada si es que Berlusconi gana las elecciones, aunque no parece muy probable. Pero lo fundamental para poner en su sitio el triunfalismo de Rajoy es volver a la diferencia entre lo contable y lo económico. Aun dando por buenas las cifras, dudosas algunas, la pregunta es esta: ¿quién hizo el esfuerzo para tales logros? La Unión Europea exigió ajustes, los ajustes se hicieron, mejoraron ligeramente las macromagnitudes, pero pagando la factura la sanidad, la educación, la justicia, los trabajadores, los funcionarios, etcétera. Pero, si miramos hacia otros lados, precisamente hacia quienes provocaron esta situación con sus corruptelas y sus ganancias obscenas, no parece tan siquiera que la crisis exista. Es decir, la Unión Europea marcó los objetivos y el gobierno decidió quiénes tenían que realizar el esfuerzo para lograrlo. Tomar esta decisión es hacer política económica, no sólo contable, porque la política económica tiene bases ideológicas y morales. El gobernante que tiene que rebajar el déficit público debe decidir qué gastos recorta y qué ingresos incrementa. Y las prioridades de Rajoy y del PP están muy claras.  
R.L.: Para terminar, el asunto de última hora. ¿Qué opina de las declaraciones del líder del PSC sobre la necesidad de que el rey abdique ya?
D.M.R.: Lo que me extraña es que quien se dice “republicano”, como parece ser que hace este socialista, haga este planteamiento para salvar el prestigio de la monarquía. Pero, en fin… Yo soy republicano y mi opción es que se marchen todos ellos, pero no caigo en la frivolidad de decir que “esto no va conmigo”. Tomando a la monarquía como algo práctico, es evidente que a este rey se le ponen al teléfono las principales cabezas del planeta, cosa que dudo en lo que respecta a su hijo. Pensando en que son humanos, creo que Juan Carlos debe apechugar con la historia de su yerno y no dejarle la patata caliente a Felipe. Y si fuera monárquico de convicción, alguien para quien la monarquía sería algo poco menos que divino, un rey, salvo incapacidad evidente, muere como rey. Total, que creo que no debe abdicar.

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