¿Nadie criticó el modelo económico asturiano?


Hace unos días uno de los principales redactores de “La Nueva España” –el nombre es lo de menos- realizó un análisis sobre la evolución de la economía asturiana en los últimos años. Tal análisis me pareció muy correcto en general, incluso con planteamientos un tanto novedosos para el encefalograma plano que presenta la élite, por decir algo, intelectual de Asturias.
Pero fue el autor desafortunado, olvidadizo y poco profesional cuando señaló, textualmente, que nadie, “ni uno solo”, puso en tela de juicio el modelo de crecimiento que se siguió en la última década. Desafortunado porque eso de “ni uno solo” refleja un desprecio a los más de dos y de tres críticos que, a poco que repasemos, es fácil encontrar. Olvidadizo porque todos tenemos en la mente algún que otro artículo o debate radiofónico o televisivo en el que se cuestionaba tal modelo.

Pero, sobre todo, el artículo de este periodista es muy poco profesional porque ni tan siquiera se molestó en revisar su propia hemeroteca. En su propio periódico, “La Nueva España”, yo mismo publiqué, que recuerde, un artículo con diez argumentos contra la ampliación de El Musel, otro criticando el modelo energético que se proponía para Asturias, otro sobre la aberración del sistema de infraestructuras viarias, otro sobre la deficiente integración entre la política ambiental y la política rural, otro sobre el despilfarro de los fondos mineros en campus universitarios llamados a la marginalidad o en grandes centros comerciales que destrozaban el tejido económico de los concejos mineros, y algunas cuestiones más. Por cierto, que estoy agradecido a la dirección del diario porque, al menos a mí, me dio la posibilidad de discrepar de aquello que “todo el mundo” creía a pies juntos.
Pero lo que quiero decir es que, por lo menos, hubo un profesor de economía que se saltó la norma y que denunció la irracionalidad de nuestro “modelo de crecimiento”. Pero, evidentemente, no fui yo sólo. Hubo más economistas que hicieron planteamientos similares. Incluso un hombre tan respetado por el propio diario como Juan Velarde se opuso –como yo también lo hice- a la política de infraestructuras y muy especialmente al proyecto del AVE, defendiendo tozudamente que esos fondos se dedicaran a la reindustrialización de las viejas cuencas mineras.
Lo que sucede es que en Asturias no tenemos, salvando honrosas excepciones, ni profesores ni técnicos de criterio libre y de independencia económica. A quienes criticamos este modelo durante el período de las vacas gordas nos marginaron como los aguafiestas que éramos, unos “cigües” o unos “rompegüevos” que decimos en el país. Claro que si no escucharon a Stiglitz o a Krugman, ¿qué íbamos a esperar los que tenemos un “glamour” mediático cercano al cero absoluto? Y, ahora, en tiempo de las vacas flacas, salen con el mantra de que nunca hubo críticos, con que “ni uno solo” se opuso a semejantes políticas económicas. Ayer éramos tontos y hoy éramos inexistentes.
No, señor redactor, no. No pretenda confundir a la opinión pública. Sí que hubo y hay profesionales y científicos que criticamos ayer y hoy esta política económica que nos llevó a la miseria y, de forma indefectible, nos seguirá llevando a unos grados más altos de la misma. Comprendo que los “técnicos” del establecimiento, los que apoyaron determinadas políticas, rieron las ocurrencias de alcaldes, consejeros y sindicalistas, y que racionalizaron con su jerga economicista todo el tinglado, hayan sido más escuchados. Los asturianos sabemos que cuando se golpea un tonel vacío el ruido es potente, mientras que si golpeamos otro lleno de sidra no se oye nada.