La reforma laboral (Diana de Miguel)

La reforma laboral impuso ayer un pesado silencio en las sedes de los principales sindicatos, UGT y CCOO, donde suenan ya tambores de guerra. Hoy se reúnen las direcciones confederales de ambas centrales para analizar en profundidad el decreto-ley.  “Vamos a tener que movilizar a los trabajadores, no podemos quedarnos de brazos cruzados”, adelantó el secretario general de UGT, Justo Rodríguez Braga. IU tampoco descarta movilizaciones ante una “agresión a los derechos de los trabajadores”.
Su desasosiego contrasta con el optimismo con el que los empresarios recibieron ayer la reforma. El presidente de la patronal asturiana, Severino García Vigón, considera que “suena bien y será un instrumento útil para mejorar la flexibilidad y, por consiguiente, la competitividad de las empresas”. Vigón  se atreve incluso a aventurar  que el nuevo texto “puede contribuir a mitigar la sangría del paro”.

Entre los expertos consultados, las opiniones sobre los efectos que la nueva norma puede tener sobre la creación de empleo son dispares. Para Juan Velarde, el texto da un fuerte impulso hacia la flexibilización y liberalización, lo que redunda en mayores facilidades para el despido. “Se intenta que las cosas sean más fáciles a la hora de contratar”, asegura tras indicar que “el poder extraordinario” que pierden las organizaciones sindicales lo cogen los trabajadores y los propios empresarios.

Menos optimista se muestra David M. Rivas, para quien la reforma no va a servir para crear empleo hasta 2014 o 2015, “según ha reconocido el propio gobierno”. “El problema del empleo no está en la regulación sino en las expectativas de demanda”, argumenta. Como ejemplo de que el problema no está en el coste del despido, recuerda que el ochenta por ciento de los despedidos en los últimos dos años “no cobró ni un euro”.

En opinión de Rivas, la clave está en ir hacia un único contrato que permita aplicar el “principio de causalidad”. Es decir, contratos temporales cuando la situación realmente lo requiere. “Lo que se necesita no es una reforma laboral, sino de los empresarios que trabajan con el ciclo y se amparan en los desequilibrios”, concluye.

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