El tren de la bruja

Soy usuario habitual del servicio alvia de Renfe-Adif entre Asturias y Madrid, puesto que, por motivos de trabajo, durante cuatro o cinco meses realizo un viaje de ida y vuelta prácticamente cada semana. Utilizo el tren por muchas razones. Es el modo de transporte más cómodo y más respetuoso con el medio ambiente. Además, su precio no es mucho más elevado que el del transporte por carretera y la duración del viaje –pese al terrible tramo Pola de Lena-León- tampoco es excesiva, siendo, de otro lado, mucho más regular. Pero parece mentira que en la segunda década del siglo XXI se tenga que padecer una serie de molestias que serían evitadas con muy poco esfuerzo y escaso gasto.

Empieza el viaje, si salimos de Madrid, con una cola extraordinaria a causa de la obligación de pasar el equipaje por un escaner. Ese escaner también existe en Valladolid, pero no en Gijón ni en Oviedo y tampoco en León o Palencia. Esto quiere decir que sólamente hay una preocupación por la seguridad del tramo de alta velocidad Valladolid-Madrid. Conclusión: a la administración ferroviaria le preocupa más la seguridad de la infraestructura que la de los viajeros. De haber un atentado, por ejemplo, mientras se lleve por delante a los ciudadanos que hacemos el tramo Gijón-Valladolid, da lo mismo. Lo importante es que no destruya la vía Valladolid-Madrid o que no dé mala imagen a la alta velocidad española.


Inexplicablemente, no hay conexión a internet, cosa que ya ofrecen hasta las líneas de autobuses regionales (las de Madrid-Toledo o Madrid-Segovia, por ejemplo) y que sí ofrece la empresa de transporte por carretera que realiza el servicio entre Asturias y Madrid. Es más, hace unos días la empresa municipal de transportes de Gijón inició la instalación de “wi-fi” en sus líneas.
Pero no sólo no existe ese servicio en un tren que es en parte de alta velocidad y que recorre hasta quinientos kilómetros (o casi mil si es el que sigue hasta Alicante), sino que tampoco hay conexiones eléctricas. De este modo, es muy frecuente que los retretes estén ocupados durante todo el trayecto porque solamente en esos espacios se puede recargar el teléfono o el ordenador portátil. Eso, evidentemente, constituye otra molestia para el viajero que tiene necesidad de usar ese servicio para contingencias fisiológicas.
Pero no para ahí la cosa. El asunto de la cafetería es de auténtica astracanada. A eso de la una-dos del mediodía y de las ocho-nueve de la noche ser atendido es epopeya titánica, dado que solamente hay una persona al frente del servicio, la misma que lo hace el resto del trayecto, cuando los usuarios son pocos y solicitan consumiciones mucho más sencillas.
De otra parte, la cafetería carga sus bodegas y frigoríficos en Madrid y no repone los productos hasta volver a salir de Madrid. Esto significa que, con frecuencia, si salimos de Gijón, en León ya no haya vino, en Sahagún no haya cerveza, en Palencia no haya cola, en Valladolid no haya bocadillos, etcétera. Este extremo lo tengo comentado con los empleados del tren –ya tengo casi amistad con unos cuantos- y me dicen que lo han denunciado muchas veces pero que da lo mismo.
Y cuando vas a pagar también puedes llevarte una desagradable sorpresa. Ignoro la razón –no creo que sea tecnológica- pero el caso es que no aceptan tarjetas de débito, sino solamente de crédito. El papelón incómodo que es habitual ver hacer a algunos viajeros no tiene desperdicio.
En fin, que sigo utilizando el tren casi por convicción. Esto es como el tren de la bruja de “les romeríes de prau”: te dan escobazos, te ríes y vuelves a montar.

Comentarios

  1. Y yo que pensaba que l'Alsa yera una ponzoña ...

    Les vegaes que baxé pa Madrid en tren foi cola tarifa web de 18€, que sí que tien un preciu axustáu ya interesante.

    Y tamién, con antelación, gárrense bonos precios d'avión, anque agora ensín EasyJet ya AirEuropa, ya la cosa más complicada con Iberia.

    Salú viaxeru!

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