Presentación en el Centro Asturiano de Madrid (José Antonio Negrín)

José Antonio Negrín, profesor titular d'historia económica na Universidad de Castilla-La Mancha

"Siete días ofreceréis ofrenda encendida a Jehova, el octavo día tendréis santa convocación, y ofreceréis ofrenda encendida á Jehova, Es fiesta, ninguna obra servil haréis”. “Levítico 23:36”.

Buenas tardes, gracias por estar aquí con nosotros.

Gracias, David, por invitarme a la presentación de tu libro “Las fiestas asturianas. Nuevas formas y viejos ritos”, llamativo título que nos previene a la algarabía y al jolgorio, y que nos lleva de lo nuevo a lo viejo, del presente al pasado, en un viaje astral por los mundos de la fiesta.

Seguro que más de uno ustedes se preguntará qué hace un madrileño de nacimiento y castellano-manchego de profesión en un acto y en lugar puramente asturiano. La sola amistad con el profesor Rivas me ubicaría en los asientos de platea con ustedes y no tanto en un lugar predominante y protagonista como este, pero quiso David honrarme con algo que sin duda no merezco, pero que me hace mucha ilusión y reivindica mis asturianismo militante, del cual David tiene mucha culpa.

Mi padre, canario de Hermigua, un pueblecito entrañable de la isla de La Gomera, tuvo su primer trabajo, -después de realizar el obligado servicio de armas que le trajo a la villa y corte a mediados de los años cuarenta-, en el antiguo restaurante del Centro Asturiano de la calle Arenal. Desde entonces mi padre fue fiel a lo asturiano y de alguna manera me lo inculcó, llevándome de muy pequeño a visitar Asturias. De ese viaje, recuerdo el lago de Enol, la Santina, las playas, las montañas… curiosamente aprendí a beber verdadera leche y a comer queso de Cabrales, que me han hecho fiel a su deleite y eso, que ya les dije, yo era muy pequeño.

En ese momento, se quedó a vivir en mi memoria Asturias. No pude volver hasta muchos años después, ya de jovencito, haciendo camping, pero les aseguro que guardando en mi memoria cada uno de los momentos entrañables que viví allí.

Después, ya encanecido mi escaso pelo, las películas de Garci, -“¡You are the one!” o “La historia de un beso”-, me han devuelto, desde mi salón, al mar y a la montaña,…, a Caldas y a Gijón,…, a Vetusta y a Cangas…

También Asturias me trajo, en mi trabajo, a mis maestros: a Gonzalo y a Rafael Anes, a Manuel Jesús González, a la divina Lidia,…, y por supuesto a David, a Santiago Álvarez, a Pepe Alba,…, y a muchos, muchos amigos que, poco a poco, me hicieron más asturiano.

Ahora, en las tardes calurosas del verano madrileño, sueño con reencuentros de paisajes y amigos, con paisajes verdes, con playas entre riscos y quiero, de nuevo, volver a Asturias.

Pero basta de hablar de mí y hablemos de la zambra que nos reúne.

Canta Silvio Rodríguez que “siempre que se hace una historia se habla, de un viejo, de un niño o de sí…”,

Pues David hace las tres cosas en esta aventura festiva. Una aventura de fiesta, de color, de viejos y de niños y también… autobiográfica.

Sólo un enamorado de su tierra es capaz de hacerle este hermoso homenaje. Uno no entendería a David Rivas sin Asturias, ni a Asturias sin la reivindicación patria, lingüística, social o económica de gente como David.

Es pues este libro homenaje y enseñanza. Sin duda alguna, el amigo o conocedor de David sabe de él que, sobre todo, es maestro. De David aprendes desde el primer “hola, ¿cómo estás?” y en este libro, no podría ser menos, te enseña desde la primera página.

En la primera hoja ya aparecen Tales, Xovellanos, -de nombre mágico y majestuoso-, y Jesús Menéndez Peláez, y dice que “todas las cosas están llenas de dioses”.

Y, a partir de entonces, el lector se adentra en un mundo mágico y de fiesta y por ende, de gozo y alegría.

El maestro empieza como se deben empezar los cuentos, poniéndonos en situación. Y así, entre erudición y poesía, van apareciendo los ritos, la naturaleza, la iglesia, las diosas de la tierra, las romerías, los astros y las estrellas y con ellas, la inconmensurable dimensión del cosmos que interrelaciona al hombre con el universo, haciendo comprensible, por un breve pero intenso instante, la idea de Dios.

Y luego el tiempo se hace presente y el calendario va marcando en rojo, (como no podía ser de otra forma) las fechas señaladas. Bueno, también podría estar en verde. Recordemos que David es uno de los máximos representantes del “Sandiismo utópico”, rojo por dentro, verde por fuera.

La fiesta empieza en septiembre, -¡¡por algún lado debe comenzar!!, que diría el profesor Tamames-, pero seguro que hasta eso puede tener un porqué. ¿La vida empieza en otoño, David?. Lo mismo, es una consecuencia del ciclo vital de los maestros, que comenzamos un nuevo año, un nuevo curso, en septiembre.

Así, otoño, invierno, primavera y verano pasan por el cuento de Rivas.

Y vamos desde san Cosme y san Damián, y recordamos a Víctor Manuel,
”…cuidado niña temprana…”, aunque, ahora, la ministra Aido ha puesto remedio a los inconvenientes de visitar un maizal a deshora y sin las precauciones debidas, hasta san Mateo, de escasa veneración, tal vez porque no se le perdone aquello de ser recaudador de impuestos.

Para un católico confeso, pero pecador y mal practicante, es una autentica gozada ir encontrándose con santos, santas, vírgenes y ángeles venerados en otros entornos y en otras latitudes y que encuentran en el imaginario y fiesta asturiana buen acomodo.

San Miguel, en La Acebeda de mis ancestros maternos, o la Virgen de Candelaria, de imprescindible oración para cualquier canario que se sienta como tal, aparecen en el libro. Se festejan en Asturias con la misma algarabía que se hace en mis tierras.

Pero no nos alarmemos. Este libro de santos, también lo es de simples pecadores. Los motivos de fiesta son muchos. Hacemos fiesta de matar un cochino, a un toro, de tira una cabra por un campanario, o de poner bolas de fuego a una pobre vaquilla. Conmemoramos, batallas, victorias, sublevaciones, golpes de estado y hasta derrotas. Anuarios, lustros, centurias, medias centurias, segundos centenarios, milenios… si todo esto lo multiplicamos por guerras, batallas o hombres ilustres, lo que le falta a nuestro calendario son días para celebrar.

Eso, no les quepa a ustedes duda, que tiene también su parte alienante hacia el individuo. “No hay crisis si hay fiesta”, y eso los romanos lo sabían muy bien.

Piénsese en términos actuales, Navidad, Carnaval, Semana Santa, Feria de Abril, Roció, San Fermín, el Verano (con sus diversas y numerosas fiestas patronales), el Pilar, la festividad de los Santos, Adviento, el puente de la Constitución, Navidad de nuevo. Todo un ciclo solar dedicado a la algarabía, fiesta y jolgorio. Fiesta y más fiesta que, sin duda, es lo que nos mantiene vivos en este mundo hostil.

¿Cuántas veces no han visto a un aldeano santiguarse en la entrada de la Virgen, del santo o del Cristo venerado y exclamar, “hasta el año que viene”?

De este modo, la vida trascurre de celebración en celebración y medimos nuestros pasos en nuestro devenir vital orando y alabando a nuestro patrón. Por medio,…, trabajo, luchas, tristezas,…

Pero no es tiempo de llantos, siempre hay algo que celebrar, aunque sólo sea el que estemos vivos. ¡Saquemos la sidra, el vino y el aguardiente!. Bebamos y celebremos, que hoy, por ejemplo, es 20 de enero, san Sebastián y san Fabián, y que David tiene nuevo libro y como en la “Canción del elegido” descubrir que “…las minas de rey Salomón se hallaban en el cielo, y no en el África ardiente, como pensaba la gente. Pero las piedras son frías y a él le interesaban calor y alegría. Las piedras no tenían alma, solo eran espejos, colores brillantes. Y al fin bajo hacia la guerra,…, perdón,…, quise decir a la tierra…”

Y es que todo lo humano, David, en lo profundo, “tiene que ver con el curso de la Vía láctea”.
Gracias.

Comentarios

  1. Teo el llibru equi, ente mios manes, qu'acabo mercalu y toi deseyosu d'entamar a lleelu.

    Una entruguina, David, dende la "confianza virtual", ¿escribir el llibru en castellan foi por encargu o por decisión propio?

    Salú ya dixebra!

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  2. El llibru ta n'español porque la collección de la editorial icu Urriellu (quitando un llibru de refranes ya un diccionariu) ye nesa llingua. Polo tanto l'editor queríalo asina. De toles formes yo tamién taba d'alcuerdu. Puede ser discutible la decisión, sobro tóo viendo cuála ye la posición política xeneral del autor. Que te preste'l llibru. Yo quedé bastante contentu col resultau.

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  3. Para los que no hablamos asturiano y aún así seguimos este blog sino con devoción si con obsesión, es un alivio saber que vamos a poder disfrutar de la erudicción del profesor Rivas en castellano ( perdón, se me olvidaba que es español y no castellano). Ahora solo me toca descubrir si la editorial tiene un servicio de venta online.
    Comhghairdeas !
    Pog na sláinte

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  4. Asturianu de derecha8 de febrero de 2010, 1:33

    Amigo Dixebra: ¿ya leó el libro? A mi, un españolote seguraente para usted, me encantó. Y le voy a decir otra cosa: dudar de David M. Rivas es una estupidez. Es lo poco razonale con lo que cuentan los nacionalistas asturianos. Voy más allá, es de lo poco que tiene Asturias. Un poco de seriedad, por favor.

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  5. Asturianu de derecha, no sé si el comentario va por mí, pero te invito a releer mi comentario para que compruebes que en ningún momento dudo de David M. Rivas, es más, no tendría ningún sentido que dudara de él y me comprara sus libros, ¿no crees?

    Agracería que el libro estuviera escrito en asturiano, y también en español para la gente que no entiende nuestra lengua; así como yo ahora te escribo en español por una mera cuestión de deferencia.

    Si pedimos seriedad, seamos serios a la hora de pedirla, por favor.

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  6. Pero si hasta salen los santinos de mío pueblín. Vaya trabayu más prestoso y más bueno. Leyólo mío ma y prestó-y un montón ver allí al so San Miguel, qu'el probín debe de pasar más frío na so capilluca coles ventanes sin cristales...Cuandu lu vea,al santín, cuéntu-y lo del llibru.
    Qu'haxa salú pa más llibros, David. Y pa otres coses, dende llueu.

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  7. Dalgo tendrá David cuando tien amigos como esti José Antonio Negrín, cariñosos, cultos y tolerantes.

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