Hablemos de fútbol


Andrés Amago: Nuestra asociación está realizando una entrevista cada dos meses con un profesor de la universidad, pero con una característica peculiar: presentarlos como personas normales. Me refiero a que, como estudiantes, los vemos a ustedes en la tarima. Unos más cercanos y otros menos, pero en la tarima. Lo que pretendemos es mostrarlos fuera de su cátedra. Ya hemos entrevistado a un profesor de derecho internacional que es criador de gatos de angora, a una profesora de física nuclear que colecciona figuras de cocodrilos y a otra profesora de filología inglesa que practica la espeleología. A usted le pedimos que nos hable de futbol.

David M. Rivas: Encantado, puede ser una cosa muy guapa. Pero eso de criar gatos de angora no parece propio de personas normales. Y lo de los cocodrilos ya me dirá usted. Debe ser verdad eso que dicen sobre que la docencia universitaria chifla un tanto. Lo de la espeleología ya me parece una cosa más sensata. Seguro que en clase nunca hablé de mi colección de guerreros de plomo de la época de las cruzadas. Tengo unos trescientos.

A.A.: Es muy raro en un profesor que hable en clase de deporte, especialmente si, como es el caso, pertenece a una generación que consideraba al deporte, sobre todo al fútbol, como al nuevo opio del pueblo.

D.M.R.: En parte es verdad lo que usted dice, pero solo en parte. Es verdad que yo hablo mucho de deporte en clase, sobre todo de fútbol. Por ejemplo, me refiero al fútbol cuando quiero explicar conceptos como el de “estructura”, “sistema” o “paradigma”. Es una referencia muy útil. Todos mis alumnos conocen mi esportinguismo, lo mismo que saben de mis mayores simpatías por el Aleti –póngalo así, en castizo- que por el Real Madrid.

A.A.: Incluso tiene usted una teoría económica sobre el fútbol.

D.M.R.: No es una teoría económica, sino una constatación de las interrelaciones que existen en una estructura económica. Atienda usted a los últimos cuarenta años de la liga española. Excluyendo a los tres o cuatro equipos de siempre, el comportamiento de los demás se explica perfectamente como indicadores de desarrollo. En los sesenta y setenta, con el crecimiento industrial, había entre cinco y siete equipos del norte en Primera (Sporting, Oviedo, Racing, Athletic, Real Sociedad, Alavés, Logroñés). Hoy quedan tres y con dificultades todos los años. En los años del contrabando y el narcotráfico había tres equipos gallegos (Deportivo, Celta, Compostela) y hoy solo queda uno. No quiero decir que se financiaran oscuramente, sino que había mucho dinero en circulación. Cuando el boom inmobiliario aparecieron equipos pequeños por levante y el sur, como el Villarreal, que hoy ya empieza a mostrar síntomas de agotamiento. El eje de desarrollo de Andalucía se desplazó hacia el este, con lo que equipos clásicos como el Cádiz dejaron su sitio al Málaga, el Almería e incluso el Poli Ejido. Y podríamos encontrar más ejemplos.

A.A.: ¿Es o ha sido usted muy deportista?.

D.M.R.: Yo no he practicado deporte en mi vida, si por deporte entendemos una actividad organizada y reglamentada y que requiere disciplina personal. Sí practiqué trial siendo muy joven. Se me daba bastante bien. Fui campeón del Trial de les Playes, en Asturias, en la categoría de 125 centìmetros cúbicos, con una Montesa Cota 129. Tenía diecisiete o dieciocho años. Sí practico mucho el mus, pero no creo que lo vea usted como un deporte. Soy un buen jugador de mus. Evidentemente jugué al fútbol de chaval, pero era un petardo. Y navegué y pesqué bastante en la mar, cosa que dejé de hacer cuando mi padre entró en años porque era con quien salía. Sigo pescando, pero ya menos y desde tierra. Hace ya diez años que no contamos con barco. Algo de esgrima también hago, ahora ya muy poco. También practiqué algo de tenis y de esquí, más por estar con los amigos que por otra cosa, pero era malísimo. Y corrí en rallies con un amigo mecánico, un genio, pero nuestra mejor posición fue la antepenúltima con un Seat 124 de 1.400 centímetros cúblicos que tenía piezas de más de veinte coches de desguace. Fue en un Rally Príncipe de Asturias, en la manga de La Faya los Llobos. ¡Qué topónimo más impresionante!: el hayedo de los lobos. Lo único que sigo haciendo entre las cosas más parecidas a un deporte es montar a caballo. Cabalgar es una actividad que realizo desde niño, desde que tenía seis o siete años. Pero nunca lo hice en una pista ni en un club hípico. Lo mío es muy rural. Es más, lo de los clubes hípicos me parece una de las cosas más ridículas y pretenciosas que existen, además de ser sitios aburridísimos.

A.A.: Más deporte de lo que pensaba, pero yo quiero referirme más bien a lo ideológico. Lo del futbol, para entendernos. Un profesor de línea crítica, un radical, con asiento en un palco de El Molinón.

D.M.R.: Ya, ya, que no es la primera vez que me preguntan por esa aparente contradicción entre lo intelectual, de izquierdas evidentemente porque a un intelectual de derechas no se le preguntan estas cosas, y lo futbolero. No hay tal contradicción. Lo que pasa es que el franquismo utilizó el fútbol como analgésico del dolor que provocaba su criminal modelo y eso sigue quedando en una especie de inconsciente estúpido, pero nada más. El fútbol es una de las actividades más democráticas que existen. Un niño de una favela de Sao Paulo puede creerse Pelé, aunque juegue entre charcos con una vieja pelota de goma. Pero nadie que no sea rico se puede creer Schumacher. Puede pasar, es verdad; puede que alguien humilde acabe pilotando un ferrari, pero es muy difícil. Al fútbol juegan en el patio de un colegio siete contra siete o catorce contra catorce, empleando como postes de la portería las chaquetas o los abrigos; o diez contra diez en una playa; o cuatro contra cuatro en un prado. Por eso es un deporte grande, porque cualquier niño de hoy que pueda pegarle a una pelota o a un sucedáneo de pelota se puede creer Raúl, Villa, Cristiano Ronaldo, Torres o Xavi. Es más, siempre puede surgir un Maradona de un barrio proletario.

A.A.: ¿Tan importante es el futbol para la gente?.

D.M.R.: Y tanto que lo es. Para un futbolero su equipo es sagrado, tal vez lo más sagrado que existe. Fíjese que a lo largo de la vida uno puede cambiar de cónyuge, de partido político, hasta de religión, de lo que sea, pero nadie cambia de equipo de futbol.

A.A.: ¿Y no es eso un tanto aberrante?.

D.M.R.: No, es todo lo contrario. En el último siglo la historia se ha acelerado y quedan pocas cosas firmes. El mundo sencillo de las certidumbres se ha perdido. Eso, que para algunos es un reto intelectual, a una mayoría la sumerge en una profunda ansiedad. Por eso se refuerzan los vínculos más inmediatos y simbólicos. Y el equipo de futbol es uno de esos vínculos. Todo depende de las circunstancias. El fútbol es la épica de los pobres y de la clase media.

A.A.: ¿Cuál es el mejor lance de un buen partido de fútbol?.

D.M.R.: El saque de un penalti. Es emocionante. Eres capaz de saborear la adrenalina. Es el momento de mayor soledad de dos jugadores en un juego tremendamente colectivo. Es un duelo digno de las mejores películas de vaqueros de Ford o de Huston. Y es el momento de mayor silencio en un estadio. Si exceptuamos cuando lo tira el Sporting, yo siempre deseo que el portero lo pare. La gente del Cantábrico siempre ha sido muy porterista. De allí han salido grandes porteros: Iríbar, Zubizarreta, Ablanedo, Arconada… Seguramente se debe, o se debía porque ahora las cosas son distintas, a que desde niños los porteros eran valientes porque jugaban en hierba o en arena de playa. Tirarse a los pies de un delantero en tierra o cemento, como pasaba en otras latitudes, no era tan sencillo.

A.A.: ¿Desde cuando va a El Molinón?.

D.M.R.: Desde niño. El primer partido que recuerdo fue uno contra el Racing de Santander, posiblemente en Segunda. Marcó Eraña desde la izquierda del área grande. Ganamos uno a cero. Fui con mi padre.

A.A.: Por cierto, ¿de dónde viene el nombre del estadio?.

D.M.R.: El Sporting empezó entrenando, allá por 1905, en unos prados que estaban al lado de un molino muy grande, al que llamaban “el molín vieyu“ y “el molinón“. Ese molino es el actual Parador Nacional. Cuando se construyó el “campu fubol”, porque eso de “estadio” nos suena raro, se mantuvo el nombre de El Molinón. En los tiempos gloriosos de los setenta hubo una iniciativa para darle el nombre de Vega-Arango, el presidente de entonces y el que lo es hoy. A pesar del respeto y del cariño que se le profesaba, la oposición de los socios y de la ciudadanía fue unánime. El esportinguismo es, afortunadamente, muy conservador.

A.A.: Si excluimos al Barcelona y al Madrid, resulta que los más clásicos parecen ser el Sporting y el Bilbao.

D.M.R.: Como dicen los bobos, “me alegra que me haga esa pregunta”. Evidentemente, el Real Madrid y el Barcelona son dos equipos que juegan una particular batalla. Y, luego, un año entra el Sevilla, otro el Valencia, alguna revelación que otra que dura dos o tres años, pero poco más. Pero es que el Sporting y el Athletic son otra cosa. Representaron durante muchos años el fútbol original, el que trajeron de Inglaterra los hijos de la aristocracia asturiana y de las burguesías industriales de Gijón y de Bilbao que estudiaban allí. Alguno de ellos era de mi familia. Su nombre, en lengua inglesa, Sporting, Athletic, lo dice todo. De hecho, el franquismo prohibió el nombre de “Sporting” hasta los setenta, obligando a un “Real Gijón”. Yo de niño era, después del Sporting, del Bilbao. Y lo sigo siendo. A mí el Madrid y el Barcelona me gustan pero no me conmueven, aunque soy más bien barcelonista. El futbol es pasión, es arte. Y, a pesar del dinero y de los niñatos de oro del presente, lo seguirá siendo. Usted difícilmente comprenderá lo que es una tarde de un domingo de invierno en el paseo de la playa de Gijón, con cientos de personas con gorros o bufandas rojiblancas camino de El Molinón, bajo el “orbayu”, mientras la mar ruge y escupe agua sobre ellas. Eso pertenece a la épica. El esportinguismo es una tribu.

A.A.: Demasiado, brutal.

D.M.R.: Ya ve. Lo que le digo. Y, por cierto, esa política del Athletic de contar sólo con jugadores vascos, de las siete “herrialdes”, me parece loable. No sé si la podrán mantener pero a mí me gustaría mucho que lo lograran. Si hay un club que, de verdad, es más que un club, ese es el Athletic de Bilbao. El Barça, que presume de representar a una nación, sólo puede empezar a decirlo con seriedad ahora, y con matices. Hubo temporadas en las que parecía la suma de lo mejor del Sporting y lo mejor del Ajax. Y otra cosa para reseñar: el Sporting fue el primer equipo del futbol español que vistió de rojiblanco. Los bilbaínos y los madrileños lo hicieron bastantes años después.

A.A.: ¿Algún ídolo esportinguista?.

D.M.R.: ¡Hombre!, Quini, siempre Quini. Quini representa lo que es este equipo, esa mezcla de orgullo y humildad. Quini es el Sporting y es Asturias, un pequeño país con una gran fuerza. Yo presencié el gol al Rayo Vallecano, seguramente la volea más reproducida fotográficamente de la liga española. No hay palabras para describirlo. Luego están otros: Ferrero, Ablanedo, Cundi, Megido, Churruca, Castro, Valdés, Puente, Morán, Eloy, Luis Enrique, Villa, José Manuel... Y estaban las viejas glorias, a las que ví jugar ya en su decadencia, como Pocholo, Amengual o Solabarrieta. Y otros más antiguos, que en mi casa eran como de la familia, como Sión, Biempica o Molinucu. Y la protohistoria de Herrera I el Sabiu, en los años veinte. Era un futbol local, con ocho o nueve asturianos y algún que otro argentino, vasco o gallego. Pero yo ahora estoy entusiasmado con el entrenador, con Manolo Preciado. Me gustaría que fuera nuestro Ferguson particular, que lleva mil años en el Manchester. Pero todo acabará y puede que mal, como es habitual en el futbol, porque los ciclos se van cerrando y la gente se impacienta muy fácilmente. Pero, pase lo que pase, Preciado tendrá un altar entre los esportinguistas.

A.A.: ¿Hay futbolistas en su familia?.

D.M.R.: Sí, como en casi todas las familias asturianas a poco extensas que sean. Tuve un abuelo medio, aunque no sobresalió mucho precisamente. Y ahora tengo dos sobrinos en el futbol. El mayor, Rivas, juega en la liga juvenil nacional y es un buen zurdo colocado del centro hacia atrás. El otro, Acebal, juega en categorías muy inferiores y aún no tiene un perfil definido. A mí me gustaría mucho que alguno de los dos prosperaran en ello. Incluso tengo una sobrina, Cristina, que juega al futbol.

A.A.: A propósito de su sobrina: la presencia femenina en las gradas de El Molinón es amplia.

D.M.R.: Siempre lo fue. Cuando yo era niño los números de los socios y los de las socias eran independientes. Yo conocí a la socia número uno del Sporting, Angelina Bericua Baragaña, tía abuela de unos amigos míos. Hoy tendría algo más de cien años. Pero es que iba a los partidos de los torneos de los barrios y todos los domingos por la mañana a los que se jugaban en la playa. Hablando de esto, recuerdo una foto de hace unos años. En ella, con la playa de Gijón de fondo, están conmigo, bufandas rojiblancas al cuello, mi madre, mi madrina, mis dos hermanas y mi hija mayor. El matriarcado camino del campo de futbol. Lo recuerdo perfectamente. Jugábamos contra el Tenerife.

A.A.: Deme su alineación.

D.M.R.: Evidentemente, le voy a dar la de mi juventud, la que, desde Segunda, llegó a lo más alto y sólo cayó bajo la bota de un Real Madrid protegido, beneficiado y mimado por árbitros y políticos. Pudimos ganar el campeonato de liga, pero nos lo impidieron desde el gobierno. Más o menos mis once serían estos: Castro, Redondo, José Manuel, Doria, Maceda, Cundi, Joaquín, Ciriaco, Mesa, Quini y Ferrero.

A.A.: Y luego está la cantera, Mareo. Lo he buscado en internet y, la verdad, me ha impresionado.

D.M.R.: Estuvo a punto de perderse en los años plomizos de la deuda y del hundimiento en Segunda. Casi trescientos “neños” forman hoy la cantera del Sporting y novecientos participan cada año en el campus de verano. Y todo ello en un equipo con uno de los presupuestos más bajos de Primera, una ciudad que no llega a los trescientos mil habitantes y un país, Asturias, de poco más de un millón. Mire, acuérdese de esta fecha: 15 de junio del 2008. El Sporting se jugaba ante el Eibar el ascenso a Primera, después de diez años. Preciado alineó a siete jugadores de la cantera: Canella, Jorge, Michel, Pedro, Luis Morán, Raúl Cámara y Pablo. Ganamos. Pero es que ese mismo día el filial empató con el Zamudio y subió a Segunda B. La filosofía del Sporting es la de tirar de cantera cuando sea necesario, no cuando lo marque el patrocinador o cuando sea políticamente apropiado. Por ejemplo, Cote jugó sus primeros minutos en Primera en el Camp Nou, cubriendo a un monstruo como Iniesta. Y lo hizo tal y como lo aprendió en su escuela. No voy a decir que amarrara a Iniesta pero no lo dejó jugar como él sabe. Mareo tiene un código de ocho puntos, como la cruz templaria de las ocho beatitudes: salud, puntualidad, orden, respeto, tenacidad, imagen, nobleza, grupo.

A.A.: ¿El mejor equipo del mundo?, ¿el mejor jugador?, ¿el mejor de la historia?.

D.M.R.: Eso es muy difícil de responder. Para mí, ahora, el mejor equipo es el Barcelona, pero ahí están el Chelsea, el Liverpool, el Real Madrid. Lo de los jugadores es más difícil todavía. Yo, como ya le dije, soy muy porterista, por lo que me inclino por Iker Casillas. Pero, conforme a lo habitual, que es votar por un delantero, creo que Messi es un jugador impresionante, posiblemente el mejor del mundo. Y lo del mejor de la historia es todavía más complicado porque las tácticas han cambiado mucho. Hoy Puskas tal vez jugaría en el Lealtad de Villaviciosa. Es posible que sea Di Stefano pero yo sólo lo ví en reportajes. De Pelé sí recuerdo algunos partidos. Pero entre los jugadores que ví en directo siendo ya chavalete o adulto me quedo con Cruyff. Y después con Zidane.

A.A.: Un pronóstico para el mundial de Sudáfrica.

D.M.R.: Por lo que ví me parece que la mejor selección es la española. Una final entre España y Brasil podría ser un buen broche para un mundial, aunque es probable que se encuentren en los octavos. En principio parecen las dos selecciones más potentes. Pero ahí están Inglaterra, Holanda y Alemania. Y Argentina que, si Maradona no hace el mono, tiene mucho más equipo de lo que viene demostrando. Además, cuidado con Estados Unidos, una selección llamada a figurar entre las grandes en breve. De todas formas yo siempre me conformo con cualquier cosa menos con que gane Italia. Cada vez que Italia gana un mundial el fútbol pierde.

A.A.: Y un pronóstico para su Sporting.

D.M.R.: Lo pasaremos mal pero seguiremos en Primera. Y en unos años, cuando la burbuja futbolística estalle, porque estallará como lo hizo la inmobiliaria, estaremos arriba. Todo consiste en aguantar y hacer pocos experimentos y, si se hacen, que sean con gaseosa. Por eso defiendo la continuidad de Preciado, aunque suframos tanto como en la campaña pasada.
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Comentarios

  1. Me gustaba más cuando explicabas el concepto de estructura en términos gastronómicos. Quieras que no, aprendí a hacer una fabada.
    Siempre un placer leerte aunque sea sobre football.
    Lá póg

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  2. Siempre paséi gran pena por nun ver xugar a Zinedine Zidane nel estadiu Carlos Tartiere, nin cumo uviedista nin cumo xugador d'outru equipu...

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  3. Por cierto, qu'esqueicí una bona noticia pa tolos "xixonudos":

    http://www.asturnews.com/index2008.php?idn=9320

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  4. Es verdad, dejé de explicar lo de la fabada como ejemplo de estructura. Ya casi no me acordaba. El año que viene volveré a hacerlo. Gracias por recordármelo.

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  5. Es usted una persona sorprendente, se lo digo de verdad. Tiene una capacidad para hacer de lo cotidiano algo extraordinario que ví en pocas personas. No me extraña que le vaya mal en política. Es usted demasiado inteligente.

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